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Dominio Público
Ese 36 por ciento...
Por Fausto Fernández Ponte
Sin embargo, el TEPJF no logró, con su fallo, crearle un capital político mínimo al señor Calderón, quien sin ese acervo no podrá gobernar efectivamente con autoridad moral.
Y es que el fallo del Tribunal desestimó del todo que la elección no podía ser validada a cabalidad en tanto fuese cuestionada por unos 15 millones de electores, por lo menos.
Esos 15 millones --que votaron por Andrés Manuel López Obrador-- representan el 36 por ciento del total de ciudadanos que acudieron a las urnas el 2 de julio pretérito.
A ese 36 por ciento de votantes del señor López Obrador añadiríanse los millones que votaron por Roberto Madrazo y Patricia Mercado. El porcentaje se eleva.
Y se eleva mucho, alcanzando un poco más del 60 por ciento, aproximadamente, del total de ciudadanos que votaron, que es de casi 42 millones de personas.
Existe otro componente diríase invisible: según cálculos de expertos en cibernética, en realidad habrían votado por el de Macuspana de 18 a 21 millones, eliminados en el fraude.
¿Cómo va a gobernar don Felipe en esas condiciones tan desfavorables? No se requiere ser adivino para discernir una respuesta a esa pregunta. Más de lo mismo. Pero peor.
Si un porcentaje tan elevado duda de la imparcialidad, transparencia e independencia de la elección y aporta a sus sospechas pruebas fehacientes, el fallo debió ser otro.
Así, la decisión del Tribunal que confirma el desenlace electoral es, a nuestro ver, insensata no sólo por obviamente parcial, sino también por otros motivos.
Y no sólo es insensata a secas, sino monstruosamente insensata, pues se le ofrece al mundo como una alambicada falacia leguleya asaz grotesca, precisamente por cínica.
Empero, el alambicamiento de la actuación de los siete magistrados del Tribunal de marras no es expresión refinada --de orfebrería, pues-- ni de filigrana política o jurídica.
No. Fue expresión burda, torpe --por rústica-- de una de las dudosas y cuestionadas instancias electorales del Estado mexicano, el propio TEPJF y el Instituto Federal Electoral.
Así, el Tribunal incurrió en una colosal manifestación de insensibilidad no sólo social, sino también política. Le dio desenlace jurídico a un problema político.
¿Y cuál hubiese sido el desenlace apropiado a un problema político? Resolver el recuento de voto por voto, casilla por casilla, y fallar en consecuencia según el resultado.
La solución política a este problema esencialmente político había sido planteada por Andrés Manuel López Obrador y los millones de ciudadanos que votaron por él.
Y la duda la tenían no sólo el candidato López Obrador, sino también el señor Madrazo --quien calificó el proceso de "elección de Estado"-- y millones de mexicanos.
Tanto don Andrés Manuel como don Roberto sustentaban sus sospechas en hechos y sucedidos evidentes en exceso: el apoyo público, contrario a la ley, del gobierno al señor Calderón.
A ese apoyo abierto --causal, inclusive, de alardes arrogantes del propio presidente Vicente Fox-- fue simultáneo al que le dieron al señor Calderón los grandes empresarios.
El apoyo gubernamental al candidato del Partido (de) Acción Nacional no fue únicamente político, sino logístico y financiero, con recursos de los contribuyentes al panista.
A ello sumaríase, realizada ya la elección, al descubrimiento documentado de miles y miles de irregularidades en casi todas las casillas.
Esas irregularidades no fueron omisiones accidentales de los funcionarios de casilla, sino secuela de una estrategia concebida e instrumentada para alterar resultados.
Fue una estrategia fool proof --a toda prueba, diríase en castellano-- para asegurarse de que la previa manipulación y manoseo cibernético del padrón electoral no fallara.
Y no le falló a la plutocracia su fraude, decíamos ayer. Se consumó inclusive ese agravio al pueblo de México bajo una pátina delgadísima de legalidad dudosa.
Mediante esa pátina --un barniz corriente-- el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación reconoce que la elección no fue limpia. Empero, la convalidó.
Y reconoce, asimismo, la intromisión ilegal del Presidente Vicente Fox y del Consejo Coordinador Empresarial en el proceso electoral. Pese a ello, convalidó esa elección.
Por ello, sentimos que el fraude no falló. No fallaron la táctica empleada ni la estrategia buscada por la élite del poder para burlar la voluntad popular.
Pero el logro de ese objetivo ha tenido y continuará teniendo consecuencias, siendo las principales la agudización en muchos mexicano de la conciencia social otrora moderada.
En otros mexicanos --también muchos--, este agravio ha despertado por vez primera una conciencia antes inexistente anestesiada o, por lo menos, anestesiada o mellada.
En ambos casos --agudización de conciencia y despertar de ésta--, millones de mexicanos han caído en cuenta de que el poder que una élite ejerce en su nombre es falacia.
Esa agudización y despertar de conciencia se traducirá, inmemorablemente, en una polarización social cada vez más acentuada y, por ende, peligrosísima.
La cuestionada --es decir, puesta en duda-- legalidad de validez de la elección y declarar Presidente Electo a Felipe Calderón exhibió los móviles veros del Tribunal.
Y, al hacerlo, descorrió también los velos que ocultaban, ante muchos, que los magistrados son parte, cada uno en lo personal, de una élite muy privilegiada del poder.
Tales móviles y causales, si bien no eran comprendidas por muchos mexicanos, quedaron expuesta con manifiesta desnudez y explica las conductas de las instancias del poder.
Estas --las instancias del poder-- se emblematizan, en el caso que nos ocupa, en las instituciones electorales del Estado mexicano. Nos hizo ver que el poder sirve a otros.
Así, ya sabemos, a efectos de esa concientización secuencial, de que el Estado --incluido el Poder Ejecutivo, el gobierno-- y es el estado de los ricos y poderosos.
Y, por contrapartida silógica, ese Estado de los ricos no es el Estado de los pobres, que son la inmensa mayoría del total de ciudadanos de este país.
El fallo --la imposición de un mandatario espurio-- ha tenido, si lo vemos dialécticamente, una consecuencia positiva: nos ha educado, aunque brutalmente.
Ha sido, pues, una experiencia educativa --formativa, diríase-- con didactismo traumático. Esta didascalia cívica tiene un equivalente moral: la letra con sangre entra.
Por supuesto, esa convicción magisterial y de no pocos padres de familia --aplicada todavía en muchas escuelas de México-- es equívoca, por brutalmente abusiva.
Por ello, este parangón es atinente. Antójase verismo --realismo descarnado-- que los millones que votaron por Andrés Manuel López Obrador vivan la experiencia de la burla.
Señálese que demográficamente esos millones --el 36 por ciento del total de ciudadanos que acudieron a votar-- son una muestra representativa del espectro social.
La lógica, fuere ésta aristotélica o dialéctica, sugería anular la elección, pues los cuestionamientos por las sospechas (luego confirmadas) de fraude viciaría otro fallo.
Sin embargo, el fraude electoral se consumó con la complicidad innegable --tal es la percepción de ese 36 por ciento lópezobradorista-- del Tribunal. Es realidad ya.
Pero es realidad jurídica inverosímil, mas no realidad política. El que está en la calle, Andrés Manuel, tiene el apoyo de la gente. El que despachará en Los Pinos no.
Y esa es una gran diferencia que se irá acentuando conforme evolucione la situación de crisis del poder que, con el fallo del Tribunal, se persistirá. Y se recrudecerá.
¿Por qué? Porque esa crisis del poder continuará nutriéndose de la ausencia de un verdadero contrato --un consenso-- social. Las cosas se pondrán peor.
Glosario:
Cuestionada, cuestionamientos: del verbo cuestionar (del latín quaestionare), que en castellano significa controvertir un punto dudoso, proponiendo las razones, pruebas y fundamentos de una y otra parte. Poner en duda lo afirmado por alguien.
Didactismo: tendencia o propósito docente o didáctico.
Didascalia: enseñanza, instrucción.
Plutocracia: Gobierno de los ricos.
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