Palabras del C. Fausto Fernández Ponte a nombre de la Familia Moreno González,
en el Aniversario 189 de la Muerte del Insurgente Pedro Moreno, en la Columna de la
Independencia, el 27 de octubre de 2006.
Señoras y señores representantes de los Poderes Constituidos, locales y federales;
Señoras y señores invitados especiales;
Amigas y amigos:
Agradezco a doña Socorro Campos Ochoa de Suárez la invitación a hablar en nombre de la familia Moreno González.
Y a nombre de esta distinguida familia, doy la bienvenida a las personalidades que nos acompañan y cuya presencia agradezco.
En esta fecha recordamos con emoción y recogimiento que hace 189 años fue el sacrificio heroico —el de la vida propia— de Pedro Moreno, hombre extraordinario.
Pedro Moreno fue extraordinario por su congruencia, virtud cada vez más escasa entre nosotros. Fue extraordinario por su valentía civil y personal, atributo también muy magro.
Murió Pedro Moreno por sus ideales, por sus ideas y por sus empeños en cambiar un estado de cosas opresivo, corrupto y autoritario que sometía a tutelaje venal a los mexicanos.
Los mexicanos no nos veíamos entonces a nosotros mismos al través de los prismas actuales de la identidad nacional. Pero desasirnos de la opresión nos identificaba.
El historicismo nos permite hoy discernir que el anhelo libertario de Pedro Moreno y de otros ilustres mexicanos de la época era una fuerza motivacional poderosa. Y no en vano.
Esa fuerza es la búsqueda incensante de la libertad, que es un concepto de magnitud ilimitada, que obedece por añadidura a un dilatado itinerario histórico.
La libertad comprende el poder de escoger, de decidir y el de autodeterminarse. Significa también emanciparse de la miseria y de la pobreza tanto como de la opresión política.
Sensible a esas nociones, Pedro Moreno sincretizó en sí su registro de que el dominio del hombre por el hombre y la interacción entre desiguales conduce a la injusticia.
Contra eso se insurreccionó Pedro Moreno. E insurgente fue. Contra una forma de organización política, económica y social que creaba desigualdad, injusticia e iniquidad.
Nos referimos, desde luego, a las causas de la guerra de independencia que no era otra más que una guerra por la libertad, valor supremo por el cual la humanidad ha luchado históricamente.
En México, esa lucha no ha cesado. Tenemos que admitir que el ideal de libertad no se ha alcanzado plenamente. Abortada, por encima de todo, está nuestra libertad de conciencia.
No gozamos, por ejemplo, de la libertad de modificar nuestra forma de organización económica, política y social para salirle al paso a los retos ciclópeos de la desigualdad.
Tampoco gozamos de esa libertad para enfrentar los desafíos colosales de la injusticia social ni para detener las expresiones perversas de la iniquidad.
Y, a la luz de lo ocurrido el pasado 2 de julio, tampoco tenemos libertad de albedrío político colectivo. Hoy, como en 1810, no contamos. No se contó voto por voto.
No tenemos la libertad para cambiar nuestra forma de gobierno, derecho establecido en el artículo 39 de nuestra Constitución. No tenemos la libertad de aplicarlo.
Esta percepción —que está muy extendida— tiene un desenlace terrible: de casi 72 millones de empadronados, sólo 15 millones designaron al actual Presidente Electo.
Ese hecho es un indicador elocuentísimo de que los poderes fácticos usan a los poderes formales para acentuar dramáticamente nuestra condición de manumisos.
Por lo descrito, no somos libres. ¿Por qué? Porque no tenemos conciencia plena de nuestra propia opresión. Por ello, convalidamos esa opresión.
Pedro Moreno luchó contra ese yugo con las armas en la mano. Pagó con su sangre. Hoy, la masificación de la sociedad mexicana demanda nuevas formas de desasirnos de la opresión.
Ello se observa en Oaxaca. La movilización social. La resistencia civil pacífica. Opuestas ambas a la lógica del espadón de Damocles. La violencia. Contra la no violencia.
Causal importante de esa manumisión de nuestras conciencias es la cortedad de nuestros prohombres, que desestiman, si no es que ignoran, qué es la política.
La política, más allá de su definición convencional, es educar para despertar y encender conciencias, que se traduce en una realidad dinámica de insurgencia para el cambio.
Los prohombres en las movilizaciones sociales, carecen de un registro estratégico de la comunicación y su vástaga, la difusión.
La movilización social, no obstante su insoslayable verismo y espectacularidad, sufre un cerco mediático. Sus mensajeros son interceptados. Y el mensaje no llega al destinatario, amplios estratos del pueblo.
Esos estratos no tienen acceso a Internet, el medio difusor más usado por la movilización social. El pueblo oye radio. Ve TV. Y lee periódicos
Pero éstas son herramientas del poder opresor, el de la plutocracia, que teme y a la vez desprecia al pueblo. Esta realidad señala el camino a seguir por la movilización social: poseer sus propios medios difusores como empresas sociales.
Los ideales de Pedro Moreno están vigentes. Sus afanes y esfuerzos de heroismo son, desde la perspectiva de la continuidad histórica, una inspiración para los mexicanos.
Muchas gracias.
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