Asimnetrías
Pasos en Falso
Por Fausto Fernández Ponte
--¿Cómo explicarnos el hecho de que el Presidente Calderón se reúna con Daniel Ortega y Hugo Chávez, que son la izquierda en Latinoamérica y no con la izquierda en México?
La pregunta tiene mérito, aunque este escribidor sospechaba de entrada que don René ya tenía la respuesta.
--Eso confunde a los mexicanos --señaló el colega Alonso.
¿Cuál es, pues, la respuesta, a esa interrogamte tan confundidora? Este escribidor esbozó una contestación.
--Es el síndrome Echeverría --dijo el escribidor.
Y abundó:
"El Presidente Luis Echeverría secuestraba y desaparecía y torturaba aquí a luchadores sociales y políticos y, sin embargo, cultivaba ligas con la izquierda latinoamericana".
El señor Echeverría, hágase notar, no era un hombre cuya ideología estuviese situada ni a la izquierda ni a la derecha del espectro ni en el centro, sino según la conveniencia.
Esa conveniencia era política o personal, coyuntural, expedita, con arreglo al desarrollo de ciertas realidades. Golpeó a la gran derecha y a la izquierda.
Y lo hizo con saña. Persiguió a los megaempresarios de Monterrey e incurrió en genocidio --del cual esta indiciado hoy-- en agravio de jóvenes estudiantes disidentes.
Como presidente, el señor Echeverría adoptó esa postura que enajenó a segmentos de la sociedad, aunque en su momento le resolvió desafíos a su poder e infalibilidad personales.
Sin embargo, en el fondo el Presidente Echeverría se desempeñó, en el contexto de una dictadura de la simulación democrática, como un mandatario conservador.
Y ese conservadurismo exhibía rostros congruentes con los imperativos del poder autoritario, arbitrario y, dígase sin tapujos, dictatorial. Nada contra el statu quo.
Y ese statu quo era de conservar el poder a como diere lugar y a como fuere. Por eso el Estado mexicano se convirtió en un represor brutal, monstruoso, de cualesquier disidencia.
La simulación democrática se sustentaba sobre una base que el sistema político mexicano --el de la monarquía absoluta sexenal-- interpretaba como un contrato social. Consenso.
Pero era un consenso impuesto --ni siquiera inducido--, lo cual cancelaba, por su propia dialéctica de las contradicciones, las premisas de dicho contrato social.
El régimen presumía de que ese contrato social --la aquiescencia pública-- lo legitimaba en la cotidianidad y en el contexto histórico, dado su naturaleza revolucionaria.
Pero esa naturaleza revolucionaria era supuesta. En realidad, el contrato social no era tal, sino, pues había sufrido un desgaste al "institucionalizarse" la revolución.
El régimen que en ese entonces emblematizaba el señor Echeverría había dejado de ser revolucionario desde 1940. Era, pues, francamente antirrevolucionario. U opuesto.
Hoy, el Presidente Calderón --a quien millones de mexicanos consideran un mandatario espurio-- recurre a las viejas fórmulas de la simulación. Coquetea con la izquierda.
Y, así, mientras en casa reprime con ferocidad propia de un Pinochet o un Papa Doc Duvalier o un Leónidas Trujillo o un Stroessner, afuera hace migas con la izquierda.
Empero, los motivos de don Luis y don Felipe, si bien convergen, tienen diferencias notorias: el Presidente Calderón se acerca a su homólogo Chávez movido por un interés ajeno.
Y ese interés ajeno es el de abrir vías para defender a Carlos Slim, cuyos negocios en Venezuela han sufrido la nacionalización chavista.
¿Presidente Calderón? No. Presidente Slim. El Estado mexicano y su gobierno conforman una plutocracia. Existen para defender los intereses de los ricos.
Y uno de esos ricos --el señor Slim-- se siente afectado por decisiones soberanas del Estado Venezolano, la de devolverle al pueblo bienes estratégicos escamoteados.
¿Por qué no le llevó don Felipe a don Hugo la solidaridad del pueblo de México al de Venezuela por la reivindicación de sus propios bienes? Don Felipe da pasos en falso. Tropezará.
Glosario:
Aquiescencia: Asenso, consentimiento.
Indiciado: Que tiene contra sí la sospecha de haber cometido un delito.
faustofeles1@yahoo.com.mx
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