Asimetrías
El Viejo Antagonismo (1/2)
Por Fausto Fernández Ponte
Y no era para menos. Por ese entonces --estamos hablando del inicio de la década de los sesenta-- la llamada guerra fría estaba en todo su apogeo. Ese conflicto enfrentaba irreconciliablemente a dos filosofías. A dos cosmovisiones.
Y, como consecuencia, a dos formas de comprender al universo, a la vida, al hombre: una, a favor del desarrollo del potencial humano y social: otra, por la primacía del capital y el mercado y los privilegios de clase.
Una forma preconizaba, precisamente, la desaparición de clases sociales; otra, lo opuesto: la dominación de un estamento social sobre los demás, con el concurso de una élite de hombres y mujeres privilegiados.
Dicho de otro jaez, una cosmovisión se nutría con postulados y preceptos deontológicos de que debe cesar la explotación del hombre por el hombre. La otra, lo contrario: la apropiación de la riqueza --plusvalía-- creada por otros.
En una de esas filosofías, los medios de producción de bienes --la riqueza-- debe ser propiedad de todos. La otra filosofía sustenta la tesis opuesta: los medios de producción debe ser propiedad de unos cuantos.
Así, en ese conflicto --era frío porque no se libraban batallas a fuego-- las trincheras filosóficas, ideológicas y políticas eran antipodales. Simplificando, unas eran las del socialismo; las otras, las del capitalismo.
Vieja historia. El antiquísimo conflicto entre los intereses de todos y los intereses de unos pocos. Entre los derechos a la propiedad social y los de la propiedad privada. Esta, en detrimento oneroso de aquella.
Así, se confrontaban el Estado soviético y el Estado estadunidense. En el fondo, ambos representaban conflictos que devenían del antaño remoto. El Soviético era la materialización de un ideal inasible, el del comunismo.
Y el estadunidense, el anhelo de los grupos de poder de hegemonía, el de un imperio económico --no necesariamente político-- que, en la práctica, ya existía. Por eso, la alarma en Washington ante los asertos del señor Castro.
El imperio cuya metrópoli era --es, aún-- Washington tenía a la Nuestra América indo, afro e ibérica sometida a un yugo brutal. Esa uñidura permitía el saqueo de un continente que Eduardo Galeano describió como uno de venas abiertas.
El Golfo de México era --es-- un lago estadunidense. El Caribe, igual. América Central y las islas antillanas son traspatio de juegos de Washington. EU domina abrumadoramente a México, en donde el imperialismo se ha consolidado.
Y esa consolidación tiene un sesgo perverso: México es, para todos los efectos de la geopolítica y la geoeconomía, provincia estadunidense. El Estado mexicano está subordinado al estadunidense y a los amos de éste, las trasnacionales.
Por ello, el Estado mexicano --cuyos personeros actúan como obedientes lacayos del Tío Sam-- y los gobiernos que lo han representado en los últimos sexenios ven al señor Castro al través de los mismos prismas de Washington.
En la metrópoli no se comprendía --todavía no se comprende-- la noción de que el comunismo es sólo un ideal, inalcanzable por ahora. Es un sueño al que en algunos lugares del planeta --como Cuba-- inténtase materializar.
Pero la vía para concretar ese sueño --tan antiguo como el hombre mismo-- es el socialismo como forma de organización social, económica, política e inclusive cultural. Socialismo no es, pues, comunismo.
Pero es un paso. Un antecedente. Un método. Un objetivo táctico que, por su trascendencia y sus objetivos, no deja de ser estratégico. Socialismo no es quitarle a nadie sus bienes, sino darle a la gente lo que es de todos.
Así, lo que es de todos --el petróleo, por ejemplo; u otras riquezas bajo la tierra-- debe beneficiar a todos. Lo que hay en la superficie de la tierra o debajo de ésta deben ser aprovechadas por sus habitantes, no por extranjeros..
Esas premisas del socialismo eran implícitas en la declaración del señor Castro acerca de sus convicciones ideológicas y políticas. Inmediatamente, en Washington se le identificó como un enemigo peligroso del capitalismo.
O, por mejor decir, amenaza ominosa para el imperialismo. Podía contaminar al patio trasero histórico --Nuestra América-- e inducir a los latinoamericanos a reclamar para sí lo que es de ellos y que EU les escamotea.
En ese contexto --medio siglo después de la declaración del cubano--, EU registra una contaminación emulativa: Hugo Chávez, Néstor Kirchner, Luiz Inàcio Lula da Silva, Evo Morales, Tabaré Vázquez, Rafael Correa...
Glosario:
Cosmovisión: Manera de ver e interpretar el mundo.
Deontológico: Relativo a deontología. Ciencia o tratado de los deberes.
Inasible: Que no se puede asir o coger.
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