La Violación
LA noticia antójase increíble: soldados del glorioso Ejército Mexicano --63 batallón de infantería, con sede en Xalapa, Veracruz-- violaron por vías idónea y no idónea a una anciana indígena de 73 años, la cual falleció a resultas de tan terrible agravio. Ese hecho deleznable tiene varias interpretaciones: una, que la represión disciplinaria castrense en la cual viven los soldados rasos es tan atroz que éstos se desfogan de manera irracional; otra, que a los soldados se les ha imbuido, por comisión o por omisión, un desprecio hacia la dignidad de los civiles, a quienes agravian alevosamente si se da la oportunidad, como ocurrió en el caso que nos ocupa. Una tercera interpretación también muy preocupante es la de que las Fuerzas Armadas están disociadas del pueblo, no obstante que en el discurso hacia al exterior de los altos mandos de éstas se reitera el origen popular de la institución militar, aunque ese vínculo originario ha desaparecido en la práctica dado que la identidad colectiva de los soldados no exalta, a la luz de la evidencia, su deber para con la sociedad, sino hacia los jefes y oficiales que los explotan para beneficio personal como fuerza laboral esclava y socialmente improductiva. Además de la penalidad a la que los soldados violadores se han hecho acreedores, las Fuerzas Armadas deben revisar ciertas premisas de la capacitación de soldados y encender en ellos la conciencia de que están al servicio de la sociedad civil y que los intereses de ésta son supremos y tienen primacía constitucional y mortal sobre los intereses de los jefes y oficiales y la institución armada misma inclusive.. La violación a la anciana nos descorre los velos de otra realidad cultural: para los soldados, éstos están en guerra contra civiles. Ello les justifica ante sí mismos y sus superiores que violar mujeres es un acto propio --arquetípico-- de guerra.
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