jueves, septiembre 14, 2006

TEMA TRASCENDENTE DEL DÍA

El Desfile

Fausto Fernández Ponte


I
LA insensibilidad de los mandos efectivos del Ejército Mexicano no les ha permitido a éstos registrar que el país no está para desfiles militares. Son tiempos de gran peligro.
Pero esa insensibilidad de los mandos efectivos de esta institución que suponemos emanada del pueblo mismo y que al pueblo debe servir tiene, a su vez, causales.
Y esas causales son artificiales, pues responden más a los intereses particulares, tanto ideológicos como de carácter crematístico, de ciertos generales.
Esos ciertos generales identifican la movilización social para la resistencia civil como un desafío al poder constituido, desestimando que éste se encuentra en crisis.
Así, la evidentísima crisis del poder --no la crisis de México ni de los mexicanos-- es registrada, identificada y comprendida como un molesto episodio circunstancial.
De esa percepción deviene, secuencialmente, el juicio de valor de los mandos efectivos del Ejército acerca de la crisis del poder no la ven como tal.
Y es que en esos círculos --los del los mandos efectivos-- la crisis se reduce a un episodio que pone en peligro a las "instituciones" y la inexistente paz social.
II
Otra de las causales de esa insensibilidad es que con ocasión del desfile del 16 de septiembre, algunos generales se benefician de los recursos monetarios asignados al evento.
Cierto. Para algunos generales, ese desfile militar es una alfaguara generosa en la cual abrevan fruitivamente cada año. Contribuye al acervo monetario de unos cuantos.
No huelga reiterar que esos pocos generales se benefician de una tradición que les heredaron sus predecesores en los mandos efectivos del Ejército. Ya es una cultura.
Sin duda. Es la cultura de la corrupción que mal distingue en México el ejercicio del poder formal, el del Estado, del cual nuestras Fuerzas Armadas son parte constitucional.
La corrupción ha corrido las bases morales y éticas de la institucionalidad del poder, sea éste federal o de los estados o inclusive municipal. Entre civiles y militares.
Y es que la corrupción es inherente a la naturaleza autoritaria y arbitraria del ejercicio del poder en México. Esa concomitancia es orgánica y, por ende, idiosincrática.
No hablamos, desde luego, de un fenómeno de reciente cuño. No. La corrupción en el ejercicio del poder --cualquier poder-- es un estilo de vida. Permite fraudes electorales.
III
Por ello, no sorprende que las causales ideológicas y crematísticas --de intereses materiales creados-- de los mandos efectivos del Ejército hayan mellado su sensibilidad.
Y que esa sensibilidad mellada sea la razón por la cual el Ejército --el brazo armado del poder constituido-- no haya caído en la cuenta de que no son tiempos de desfiles.
¿Por qué? Porque la patria está en peligro verdadero. Y ese peligro no se localiza en la movilización política de una vertiente gruesa del pueblo de México. De ninguna manera.
El peligro reside en el poder mismo, de allí su crisis --que los poderhabientes no registran--, pues se perpetúa a la mala, mediante la comisión cínica y flagrante de delitos.
Así es. Para perpetuarse, el poder comete delitos como el del fraude electoral, el tráfico inmoral de influencias para negocios ventajosos, el provecho personal de gajes, etcétera.
En esa cultura de corrupción, los poderhabientes --una élite que la ciencia política identifica como plutocracia-- se saquea al país y se le vende a consorcios trasnacionales
Ante la patria en peligro grave, el Ejército debe volver, introspectivamente, a su origen popular, hoy olvidado de hecho aunque no en el discurso. Recordar que el pueblo manda.
Glosario:
Alfaguara: manantial copioso que surge con violencia.
Concomitancia: acción y efecto de concomitar. Acompañar.
Fruitivamente: de fruiciòn. Propio para causar placer con su posesión.