¿Revolución?
Por Fausto Fernández Ponte
PARA comprender la profundidad, la longitud y el alcance de la crisis del poder en México es imprescindible remitirnos al papel que representan los factores siguientes:
Uno, la movilización social --sin precedente en la historia de nuestro país-- para resistir, por la vía de la no violencia, el efecto de la actuación del Tribunal Electoral.
Otro, la movilización social --más de un millón, la del sábado 16 de septiembre-- se nos muestra como expresiones organizadas del pueblo, lo cual es un giro nuevo en éste.
Un tercero, la secuela de las expresiones organizadas del pueblo ha sido la Convención Nacional Democrática, que nombró a Andrés Manuel López Obrador Presidente Legítimo de México.
Y uno cuarto, último, el del propio señor López Obrador en este proceso de recoger las banderas causativas de la movilización social y enarbolarlas.
Existen, desde luego, otros factores --muchos de ellos mayores e importantes, pero imponderables-- y una miríada de pequeños, de magra consecuencia o de limitado alcance.
Pero los cuatro factores ya identificados son determinantes en la comprensión cabal del fenómeno al que aludimos, el de la crisis del poder formal y fáctico.
Las conclusiones a las que se llega tras comprender la naturaleza, el alcance y el verismo de la crisis del poder son las de que estamos inmersos en un proceso revolucionario.
Si es así, ¿por qué, entonces, preguntará algún avisado caro leyente, no han habido muertos? Porque esta es una revolución insoslayablemente pacífica.
Pero el objetivo es el mismo que una revolución armada, violenta y destructiva de vidas y bienes. Esa meta es la de transformar el carácter del poder y su forma de ejercerlo.
Esos son los objetivos de cualquier revoluciones. En México, esas fueron las metas de la Guerra de Independencia, de 1810 a 1821, y de la Revolución Mexicana, de 1906 a 1928.
Señálese que esos 22 años de la RM abarcan desde los prolegómenos --las huelgas de Río Blanco y Cananea y las actividades de los Flores Magón-- hasta la guerra cristera.
Algunos historiadores precisan que la RM concluyó con el sexenio de Lázaro Cárdenas, en 1941. Y que el legado de esa gran épica fue revertidos desde entonces hasta hoy.
Gústenos o no, tengamos conciencia de lo que está ocurriendo o no, lo indiscutiblemente cierto es que en México se está desarrollando una revolución bajo otra guisa.
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