La Dignidad Cósmica
Por Antonio Sánchez Ibarra
Son ya cinco años en que al levantarme, no sin cierta dosis de masoquismo, acudo a medios confiables para ver cómo esta mi planeta. No por que no lo hiciera antes, sino porque la experiencia de tener como hombre más poderoso del planeta a un enfermo, ocasiona estremecimientos e incertirumbre constantes.
Y más de 2000 días he visto paulatinamente el cómo aspiraciones antañas de los forjadores de este mundo con buenos propósito, van cayendo una a una.
Apropiarse de este planeta literalmente, no ha bastado. Pasando sobre nuestra tolerancia y esperanza infundada, lo cierto es que la expansión, la dominación, la masacre, la tortura, la violación, el terrorismo legalizado y todos los otros adjerivos semejantes que escapen a mi memoria, han sido ejecutados rebasando la enseñanza que la historia de siglos nos debiera haber educado a rechazarla.
¿Quereís diferencias con la inquisición, el fascismo, el nazismo o cualquier otra corriente que en aras de la "superación" de una nación ultrajó a otras?
No las hay.
650,000 muertes de Iraquies, en un estudio científico respetable que fue revelado recientemente, fue calificado olímpicamente como no confiable, por poner un ejemplo reciente.
Cambios caóticos en el clima por el calentamiento global son tranquilamente desdeñados.
El simple y elemental derecho de la defensa ciudadana, enmarcado en la misma constitución de los Estados Unidos de América, es arrasado con una nueva ley. Obviamente, no aplicable a la inversa.
Y sobre el dominio y arrasamiento de la dignidad humana en la Tierra, esta ambición ha alcanzado, incluso, al espacio exterior. Si, si, allá donde nosotros apenas hace medio siglo hemos asomado la cabeza.
El presidente Geoge Bush., ha firmado el 17 de octubre pasado, el decreto por el cual EE UU estaría en el derecho de privar de acceso al espacio cósmico a cualquier país "hostil a los intereses estadounidenses". El documento, intitulado "Política nacional en materia de espacio", rechaza cualesquiera acuerdos internacionales en el ámbito de control de armamento que puedan restringir la presencia estadounidense en el espacio. "La libertad de acción en el espacio es importante para EE UU, al igual que el poderío en el aire y en el mar".
Tal decreto, obviamente, es muy posible que sea apoyado por países aliados y lacayos a los Estados Unidos.
Valido sería recordar que, incluso en el planeta, ese pálido punto azul visible en la lejanía, nadie podría realmente reclamar propiedad sobre territorio alguno.
La nueva frontera, la orilla del espacio cósmico, es, con mayor o menor razón, ambito ajeno al ser humano a menos que se pretenda, simplente, conocerlo.
Así lo enmarcó claramente la Organización de las Naciones Unidas en su Tratado sobre el espacio ultraterrestre en 1966. Veamos, como fundamento de este intento de análisis, los primeros preceptos del mismo:
La prohibición de poner en órbita armamentos de destrucción en masa;
La prohibición de construir bases militares en la Luna u otro planeta;
La no admisibilidad de pretensiones de soberanía nacional en el espacio
exterior.
En Agosto de 1968 se reunió en Viena la Primer Conferencia de las Naciones Unidas sobre la Utilización del espacio ultraterreste con fines pacíficos; donde fue analizado el tema del uso a darse al espacio exterior, y también el empleo del espacio para las comunicaciones radiofónicas, telefónicas y televisivas, y lo relativo a los satélites artificiales, fijándose reglas de ubicación y órbitas de satélites geoestacionarios, bandas de frecuencias para comunicaciones satelitales por ondas herzianas, uso de satélites meteorológicos y otros temas afines.
Los principales documentos internacionales que regulan el uso del espacio exterior son:
El Tratado sobre el Espacio ultraterrestre, de Enero de 1967. Establece que el espacio ultraterrestre es patrimonio de la Humanidad, debe permanecer accesible a la exploración y uso con fines pacíficos, por parte de todos los Estados por lo cual no puede ser objeto de apropiación por ninguno.
Los Principios que deben regir las Actividades de los Estados en la exploración y utilización del espacio ultraterrestre, incluso la Luna y otros cuerpos celestes, de 27 de octubre de 1967; y los Principios sobre el uso de fuentes de energía nuclear en el espacio ultraterrestre, de 1992. Este último trata de las normas de seguridad para el empleo de fuentes de energía nuclear y materiales radiactivos en las actividades de exploración espacial.
Lo anterior, enmarcado en el espíritu de las Naciones Unidas, es el referente a la utilización del espacio exterior. Una visión de especie, realmente global en cuanto al humanismo que debiera imperar en el planeta, ajeno a cualquier interés.
Sin embargo, subrayando la parte del texto "... rechaza cualesquiera acuerdos internacionales en el ámbito de control de armamento que puedan restringir la presencia estadounidense en el espacio", refleja claramente el cómo, finalmente, las leyes y acuerdos nacionales o internacionales pueden ser fácilmente violados.
Refresca tal situación el temor de que la ciencia y la tecnología, instrumentos fundamentales para el desarrollo de la especie, son limitados, manipulados, restringidos, alterados y sometidos, en última instancia, por quienes ostentan el poder.
En una sociedad donde el conocimiento de ciencia y tecnología se ha llevado a niveles infimos, suficientes sólo para la comercialización de los productos, se torna más peligroso y próxima la posibilidad de que seamos extinguidos por su mal uso.
Análogo al cuchillo de cocina, que igual sirve para cortar cebolla o para matar, la ciencia y tecnología, con estas decisiones, inclina su filo hacia la posibilidad de la no sobrevivencia de la especie.
Vuelvese con esto el espacio exterior, un nuevo campo de batalla. Lo fue de competencia durante la guerra fria: Ahora es un nuevo escenario alegórico y acorde a aquella "Guerra de las Galaxias" promovida en la década de 1980 por Ronald Regan.
¿Cómo podríamos explicar esto a un ser extraterrestre, más avanzado, que nos visitara y nos pidiera una explicación?
Casi perdemos nuestra dignidad como representantes de la especie ante tanta burla. ¿Perderemos también nuestra dignidad de seres cósmicos, aquellos que imaginó José Vasconcelos?
De nuevo..., de nuevo...
¿Quién habla en nombre de la Tierra?
*Antonio Sánchez Ibarra, Área de Astronomía/DIF-US
Estación de Observación Solar, EOS Observatorio "Carl Sagan", OCS
Apdo. Postal 5-088 Hermosillo, Sonora, 83190 México
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