Ello implica, obvio antojaríase, la seguridad del Estado mismo --y desde luego del Gobierno que lo representa-- y la sociedad que, constitucionalmente, es mandante de aquellos.
A la luz de ese mandato, trátase de la seguridad del pueblo de México --o seguridad pública o de los mexicanos-- y de las instituciones que históricamente éstos se han dado.
Así, dichas premisas --la seguridad del pueblo y sus instituciones-- confieren a la seguridad nacional un carácter insoslayable de imperativo estratégico.
Y no es para menos. Sin seguridad --tal como la interpreta y, ergo, entiende el Gobierno actual-- cualesquier afanes de desarrollo económico, político y social armónico son vanos.
Nos referimos a afanes infructuosos, estériles e inútiles para desarrollar a plenitud el potencial --que se adivina enorme-- de nuestros recursos, incluido el humano.
Pero es el recurso humano --la suma de todos los mexicanos como usted, caro leyente, y este escribidor-- el de menor desarrollo, si se compara con otros pueblos del mundo.
Y es que los mexicanos vivimos en el peor de los atrasos --el social-- pues ésta condición es consecuencia de una infamia monstruosa, la de la opresión de unos por otros.
II
Nuestro atraso deviene de la prevalecencia de ciertas formas de organización económica y política e incluso social --y diríase que también cultural-- impuestas a los mexicanos.
En efecto. Desde afuera y con el contubernio de adentro se nos han impuesto formas de organización económica y política que privilegian intereses ajenos a los del pueblo de México.
Tal imposición ha sido facilitada, precisamente, por ese entreguismo cómplice de las clases sociales dominantes: La oligarquía y su expresión de poder formal, la plutocracia.
Esa insoslayable realidad --la dominación oligárquica y plutocrática de México y los mexicanos-- nutre las premisas mayores y menores de la doctrina de seguridad nacional.
Pero esa es una doctrina falaz, pues no se refiere a la verdadera seguridad de la nación --del pueblo--, sino a la seguridad de la oligarquía y la plutocracia.
Hágase una digresión antes de proseguir con el tema, para comprender lo que la ciencias políticas y sociales caracterizan y definen a la oligarquía.
Oligarquía es por definición el gobierno de pocos en su propio beneficio y sin consenso popular. Es un pequeño grupo que influye en el gobierno para aventajar sus intereses.
La oligarquía es distinta de la plutocracia, pues aquella no es un grupo necesariamente rico. Y si la influencia de un grupo sobre el poder se nutre de la riqueza hay plutocracia.
III
Plutocracia --como oligarquía-- es vocablo de origen griego: Pluto significa riqueza y kratos poder. La conclusión semántica es la del poder de la riqueza.
Según la mitología griega, Júpiter dejó ciego a Pluto, el dios de la prosperidad económica, a fin de que concediese sus dones a los hombres, sin distinciones.
Allí hay una moraleja. Es decir, hay un mensaje moral en ese episodio de la mitología helénica. Pero más allá de eso, si extrapolamos la leyenda, hallaremos un valor didáctico.
Y ese valor didáctico es el de que sabemos quién gobierna México en nombre del pueblo y que, por su laya descrita, ese gobierno tiene prioridades en seguridad ajenas a las nuestras.
En México es un sucedido factual la preponderancia de los ricos en el gobierno del Estado. Predomina, pues, el estrato más rico de la clase social más pudiente en el país.
Un componente confirmatorio de lo aquí sustentado es uno de diamantina elocuencia: para la plutocracia, seguridad nacional es la seguridad propia.
Ello distorsiona el sentido vero de la seguridad nacional: Bienestar y tranquilidad sociales. Por ejemplo, hacer posible que el país sea autosuficiente en producir sus alimentos.
Glosario:
Didáctico: Perteneciente o relativo a la enseñanza.
Extrapolamos: De extrapolar. Aplicar conclusiones obtenidas en un campo a otro.
Moraleja: Lección o enseñanza que se deduce de un cuento, fábula, ejemplo, anécdota, etcétera.
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