GUTENBERG XXI
Libros de hace Cinco Milenios
Por J. Antonio Aspiros V.
SU aspecto, y tal vez su propósito, es el de un libro dedicado a los niños. Sus coloridos y artísticos dibujos, la tipografía grande, el lenguaje llano y el estilo sin rebuscamientos, así lo hacen suponer, pero sin duda es recomendable también para los adultos. Nos referimos a Gilgamesh (Ediciones Tecolote, primera reimpresión, 2004), narrado e ilustrado por Luzmila Zeman.
Esta obra es anónima; no fue impresa, sino grabada en tablillas de arcilla con signos cuneiformes, y sus traducciones recuperan mejor la historia que el estilo literario, concepto que no existía en los tiempos de este poema que data de hace unos cinco mil años y del cual han sido encontradas varias versiones originales.
Seguramente a usted, como a nosotros, le hablaron del Gilgamesh en la escuela pero, ¿quién lo habrá leído por su cuenta? Ciertamente es una obra muy distante de nosotros en el tiempo, el espacio y las preocupaciones, y también difícil de conseguir, por lo que fue una sorpresa encontrar ejemplares en español de la edición objeto de este comentario, en la tienda que puso el INAH con motivo de la exposición temporal Persia. Fragmentos del Paraíso, en el Museo Nacional de Antropología.
La obra trata de las aventuras del fundador y primer rey de Uruk -en Mesopotamia- cuyo nombre da título al libro; un tirano mitad dios y mitad hombre que terminó siendo bueno, pero ambicioso, pues quería encontrar el secreto de la vida eterna. Hay en el relato un episodio donde el personaje encuentra a Utanapíshtim, que no es otro que el Noé del Antiguo Testamento, con todo y el pasaje central del diluvio y el arca.
La narración del diluvio figura en la tablilla 11 del Gilgamesh que fue encontrado en 1872 por G. Smith en la biblioteca de los reyes asirios y llevada -suponemos que ilegalmente como tantos otros tesoros culturales ajenos custodiados allí- al Museo Británico.
Claro que no debe sorprendernos que la historia del diluvio universal esté en al menos dos libros a la vez porque, desde el Génesis, la Biblia recibió la influencia de otras culturas del Cercano Oriente como la egipcia, la cananea, la hitita y la babilonia. (Sorprende, por cierto, que también en alguna mitología mesoamericana se habla de aquella gran inundación).
Por lo demás, resulta un deleite recordar en este antiquísimo poema al primer héroe trágico de la literatura universal en la versión de la checa Luzmila Zeman, quien previamente realizó un trabajo de investigación sobre la cultura asiria.
En cambio la autora alemana Christiane Zschirnt calla absolutamente sobre el Gilgamesh en su obra Libros. Todo lo que hay que leer (Punto de Lectura, 2006), en tanto que la magnífica Historia universal de la destrucción de los libros, del venezolano Fernando Báez (Random House Mondadori, 2004), nos permite hacer una observación: los primeros libros de la humanidad fueron escritos en Mesopotamia -entre ellos el que comentamos- y allí mismo comenzaron a desaparecer también hace milenios, por causas naturales o por la mano del hombre.
Y por una maligna coincidencia, allí se dio la más reciente pérdida cultural con el ataque a la Biblioteca Nacional de Bagdad, luego de la caída de Saddam Hussein, quien, “aunque no se crea... era un lector voraz” (Báez).
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Una gentil lectora recomienda a los amigos de esta columna que no lo hayan hecho, leer Las memorias de Adriano (1951), de la escritora de origen belga Marguerite de Crayencour (mejor conocida como Marguerite Yourcenar). De acuerdo con la opinión de esta leyente, dicha novela histórica es (como El Príncipe, de Nicolás Maquiavelo) “un libro que por cierto deberían leer los políticos, especialmente los mexicanos”.
La Yourcenar (1903-1987) será recordada el próximo 17 de diciembre en su vigésimo aniversario luctuoso, y con toda seguridad los ámbitos literarios evocarán la citada obra, considerada como la mejor de esta importante escritora de tardía consagración y paisana de Georges Simenon, el creador del inspector Maigret. Entre otros libros de Yourcenar destacan El jardín de las quimeras, Los dioses no han muerto, Alexis o el tratado del combate estéril, Opun Nigrum y Mishima o la visión del vacío. La Fundación del Premio Nobel se quedó en deuda con ella.
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Pero en México los políticos no leen ni Las memorias de Adriano, ni El Príncipe... sino El Principito. Al menos en público, como sucedió el pasado lunes 12 cuando el titular del Poder Ejecutivo repasó en Querétaro un pasaje de esta obra de Antoine de Saint-Exupéry, durante lo que llamaron “el banderazo de salida del primer embarque de libros de texto para el ciclo escolar 2007-2008”.
Al contrario del analfabeta sexenio anterior, en éste que se ha desempeñado entre muchos actos con militares y con educadores le tocó su turno a los libros cuando el gobernante recomendó su lectura como una forma de buscar amistades, leyó ante los asistentes al “banderazo” un episodio de la citada novela publicada en 1943, y deseó que “ojalá que nuestros niños, dentro de los problemas que los abruman, a través de los libros aprendan a buscar amigos (pues) más allá de nuestros problemas, lo importante es buscar amigos”.
Saint-Exupéry fue un piloto aviador y escritor francés que desapareció durante un vuelo en 1944. Plasmó en sus obras los valores del humanismo y hasta dio lecciones para los políticos, como cuando el rey del primer planeta que en su recorrido astral visita el principito (quien es un extraterrestre proveniente del asteroide B612), le revela cuál es a su juicio el secreto de un buen gobernante: “sólo hay que pedir a cada uno lo que cada uno puede dar”.
Pero el episodio leído a los testigos del embarque de libros de texto para niños mexicanos, refiere la visita del principito al séptimo planeta que recorre, la Tierra, donde encuentra a un zorro sabio, el cual le recomienda leer para ganar amigos. Saint-Exupéry tuvo el infortunio de haber sido contemporáneo de verdaderos figurones de la literatura francesa e intelectuales de gran influencia a través de sus libros, y quedó como un autor juvenil de fábulas que ahora aprenden los alumnos de quinto año de primaria.
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Nuestro antiguo compañero de pupitre en los cursos de periodismo científico del Conacyt, y actual presidente de la Sociedad General de Escritores de México, el dramaturgo Víctor Hugo Rascón Banda, declaró a la agencia Notimex que los libros se han convertido actualmente en artículos de lujo, y que de aprobarse la Ley del Libro sus precios serían más accesibles.
Recordemos que la primera versión de dicha ley fue vetada durante el sexenio bicéfalo porque fijaba el precio único, y el Congreso prepara una nueva propuesta. Pero no se asuste: ninguna ley podrá obligarle a comprar libros, menos ahora que hay un país donde ya los regalan, y sobre ello comentaremos en la próxima oportunidad.
Hasta aquí por hoy. Nos vemos en la Feria del Libro del Palacio de Minería. Mientras, esperamos sus comentarios en avva@email.podernet.com.mx
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