Sin duda. Esa postración es un epítome dramático de la postración que padece la economía de México y que se sustenta sobre una base sólida de anomalías y desviaciones y falacias y simulaciones.
La citada empresa paraestatal es un colmo de paradojas y contradicciones que por su naturaleza --sus causales y sus efectos, diríase-- antójanse perversamente macabras.
Y macabras son, ciertamente. ¿Cómo es posible que una empresa que registra ingresos por cien mil millones de dólares al año necesita financiamiento privado para modernizarse?
Las respuestas --éstas son muchas-- a esta interrogante tienen un denominador común: la insensatez del estado mexicano o, por mejor decir, sus personeros actuales, encabezados por Felipe Calderón.
El señor Calderón, quien, como sábese, es considerado espurio por millones de sus coterráneos por la sospechosa modalidad bajo la cual se le declaró Presidente Electo-- promueve la privatizaciòn de Pemex.
Señálese que el vocablo privatización denota, con su llaneza, un significado que en la jerga de la alta burocracia tiene laya eufemística: desincorporar activos del Estado.
II
Privatizar, sin embargo, significa en el caso de Pemex abrirle el acceso al sector privado a los rubros estratégicos de exploración de yacimientos, perforar éstos y extraer su riqueza y comercializarla.
Las razones que aducen los "desincorporadores" de los activos del estado son contundentes: Pemex no dispone de recursos para darse a la tarea de financiar y realizar esos trabajos en los rubros citados.
Esto nos trae de vuelta la interrogante formulada párrafos atrás: con ingresos anuales (datos de 2006) de más de cien mil millones de dólares, ¿por qué Pemex no puede financiar su desarrollo?
Porque el 79 por ciento de ese total de cien mil millones de dólares es transferido al Estado mexicano como pago de impuestos que, a su vez, se diluyen en el gasto corriente del aparato estatal.
Y como el Estado mexicano prefiere continuar con esa monstruosa anomalía, ha optado por una solución aún peor, la de que sean los dueños y operadores de capital los que se alcen con esos ingresos.
Obvio. Esos cien mil millones de dólares de ingresos anuales de Pemex no tendrán por destino las arcas del Estado, sino las cuentas bancarias de los dueños y operadores de capital.
¿Se habrá dado cuenta el Presidente de la República y otros personeros del estado mexicano en posición decisoria que al privatizar la industria petrolera y gasera se dejarán de percibir esos ingresos?
III
Esta pregunta --aun sin la respuesta correlativa-- descorre por sí misma los velos que ocultan la falacia de la privatización y cuestiona, informadamente, la supuesta conveniencia de privatizar.
La moraleja de esta realidad sugiere que la forma de organización económica y política en la cual se inserta la paraestatal Pemex tiene componentes distorsionados en extremo.
Y esos componentes de tal realidad económica interactúan opuestos a los intereses del propio Estado mexicano, entendido éste como la máxima expresión de poder del pueblo de México.
El pueblo, dígase a la pasada, no se beneficia en lo absoluto de los ingresos petroleros --esos cien mil millones de dólares que dilapida el Estado-- y sí, en cambio, sufre frustración.
Esa frustración es la secuela de una toma de conciencia de que el dueño de Pemex, el pueblo de México, es víctima cautiva y sin derecho a atenuantes, de las políticas impositivas del Estado.
Así es. Caso paradigmático es que el petróleo y el gas natural y sus derivados destinados al consumo general es uno de los más caros en el mundo. Y su precio al público aumenta cada mes.
Pero la consecuencia más dramática de esta aberración es que estamos a punto de agotar las reservas de hidrocarburos y quedarnos sin éstos. Como si hubiese sido a propósito, cual plan maligno.
Glosario:
Epítome: Resumen o compendio de una obra extensa, que expone lo más fundamental o preciso.
Eufemística: Relativo al eufemismo. Manifestación suave o decorosa de ideas cuya recta y franca expresión sería dura o malsonante.
Paradigmático: Relativo a paradigma. Ejemplo o ejemplar.
Paraestatal: Dícese de las insituciones, organismos y centros que, por delegación del Estado, cooperan a los fines de éste sin formar parte de la administración pública.
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