Felipe Calderón y Luis XVI
Por Andrés Amador Mena
TENGO la impresión de que Felipe Calderón Hinojosa ha sido prácticamente engullido por la siempre renovada corte sexenal de sirenas y aduladores metidos a la política con el espíritu propio de los descubridores que van en pos de los filones de oro del poder político en México para hinchar sus faltriqueras.
Consecuentemente como ha sucedido puntual y sexenalmente en nuestro país por lo menos desde Avila Camacho y Miguel Alemán Valdez en 1940 y 1946 respectivamente, pasando por Adolfo Ruiz Cortínez, Adolfo López Mateos, Gustavo Díaz Ordaz, Luis Echeverría Alvarez, José López Portillo, Miguel de la Madrid Hurtado, Carlos Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo Ponce de León y ahora Vicente Fox Quesada, se encuentra ya bajo los efectos siempre corrosivos y perturbadores del otrora infalible, impasible e imperturbable sistema político mexicano sin más frenos ni límites que los propios y privativos de la terminación del mandato constitucional establecido en el artículo 83 de nuestra Carta Magna que nos dice a la sazón lo siguiente: "El presidente entrará a ejercer su encargo el primero de diciembre y durará en él seis años".
Afortunadamente para él y los suyos, y en general afortunadamente para todos los varones y las mujeres que teniendo la calidad de mexicanos reunimos además los dos requisitos de la ciudadanía mexicana que son el haber cumplido dieciocho años y tener un modo honesto de vivir, el próximo primero de diciembre el señor licenciado Calderón Hinojosa podría a empezar a volver a la realidad, que en el viejo esquema posrevolucionario, y después de errores y equivocaciones, terminaba por ser, como bien señaló hace algunos años el ex presidente De la Madrid Hurtado, más poderosa que el presidente de la República.
Desde luego yo entiendo perfectamente que Felipe Calderón se encuentre animado sin saberlo ahora como Luis XV1, nieto de Luis XV, se encontraba animado en su tiempo de un sincero deseo de mejoramiento de las cosas y de una también disposición auténtica y loable para llevar a cabo diversas reformas económicas, sociales y políticas, que en el momento en que no habían sido contrastadas con la realidad no se veía porqué no pudieran ser efectivas y exitosas, y también entiendo perfectamente que Felipe Calderón como Luis XV1 en su momento no alcance a comprender con la debida claridad y profundidad exacta, la enorme e intolerable gravedad de los males nacionales puesto que en ningún momento los ha vivido o sentido verdadera y realmente como el deber ineludible de un ya ahora enflaquecido y debilitado estado mexicano que como el estado absolutista francés del siglo dieciocho ha derivado en un penoso estancamiento económico, político y social, que resulta de su descomposición plena en el goce y disfrute de los bienes terrenales por parte de minorías privilegiadas y cupulares que a lo largo de los años no han considerado, ni siquiera mínimamente, la necesidad de hacerlos extensivos a la población en su conjunto.
De aquí que ante una Francia demasiado perturbada por las ideas revolucionarias que se propagaban intensiva y continuamente a través de periódicos, folletos y conferencias, y ante los trastornos económicos y sociales, fuesen vanos los esfuerzos del experimentado financiero suizo Jacobo Necker y de otros ministros de Luis XV1, que finalmente terminaron por empujar a su jefe al cadalso y a su país a la grande y siempre recordada revolución francesa en la que se estableció, tras los sacudimientos propiciados por el desorden y la violencia, que la sociedad tiene por objeto conservar los derechos naturales del hombre, y que todos los hombres eran iguales ante la ley y que todos nacían libres e iguales en derechos, siendo los derechos naturales del hombre: la propiedad, la libertad, la seguridad y la resistencia a la opresión.
Por lo anteriormente expresado es necesario que el señor Calderón Hinojosa vuelva a la realidad en que se encontraba de alguna manera más o menos ubicado sobre todo cuando Vicente Fox Quesada le pidió la renuncia a la Secretaría de Energía tras aquel acto de desobediencia política ocurrido en Guadalajara, Jalisco, y que dimensione objetiva, respetuosa y debidamente sin prejuicios ni juicios de valor, la gran importancia para él y para los grandes destinos de nuestro gran país, de la presidencia legítima de recias e indubitables raíces populares de Andrés Manuel López Obrador, a partir de lo cual, muchas cosas efectivas podrían conjuntarse en los siempre misteriosos e impredecibles caminos de la historia para estar a la altura del difícil momento político constitucional y fundacional que vive ahora la nación mexicana.
visiondestado@hotmail.com
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