¿País en Llamas?
Por Edi Torcito
UN seguimiento, aunque fuese rápido y somero, de las noticias en los periódicos impresos, de radio y televisión e incluso los de Internet --que han crecido espectacularmente en los últimos años-- nos llevaría a una conclusión silógica inescapable: México está en llamas. El país, pues, arde. A la violencia convencional --como la entendemos, como daño y destrucción física de personas y bienes-- súmanse otras formas de violencia, económica, sobre todo. La violencia económica es particularmente perversa y sus consecuencias son dramáticas: aumento de la pobreza, la inseguridad social, la desesperanza, creando una sensación de impotencia y de opresión que no ha madurado lo suficiente para traducirse en un estallido revolucionario. Sin embargo, es la violencia física la que tiene todos los días expresiones terribles: muertos --"ejecutados" e incluso decapitados-- en las calles u otros lugares públicos, secuestrados --o "levantados"--, torturados, fabricación de delitos por parte de las autoridades policiacas. Estas expresiones de violencia extrema tienen por autoría al crimen organizado, eufemismo para referirse a los cárteles del tráfico ilícito de estupefacientes y sustancias psicotrópicas. Pero no son las únicas expresiones. El secuestro con fines de lucro es tan común como la de cualesquier actividades profesionales. Persisten el asalto para robar y los saqueos a casas y oficinas. Y prevalece, reinante, la impunidad. Identificaríamos una agravante, todo ésto ocurre en un vacío de poder, de desgobierno e ingobierno en la competencia federal y en la de los estados. Si eso no es estar en llamas, entonces ¿qué está sucediendo? ¿Nos estamos entrenando para una guerra civil? Que nos los explique el Presidente de la República.
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