LA simulación y las falacias son la constante en el ejercicio del poder político en el mundo. En México, esa constante se acentúa conforme la crisis del poder y de la sociedad misma se profundiza y, a su vez, perturba y alteran incluso los equilibrios entre los componentes que le dan cohesión al país. La economía exhibe desigualdades monstruosas, el régimen social muestra injusticias terribles --por aberrantes-- y la iniquidad en el ejercicio del poder adquiere cada día una mayor capacidad de perversión. Nuestros gobernantes incurren en aspaviento y los sombrerazos y los trucos efectistas para consolidar, en el mejor de los casos, una representatividad que la ciudadanía les regatea y, en el peor de los casos, para ganar dicha representatividad jamás ganada. En ese contexto caen las operaciones --inapropiadamente califica la policía como operativos-- contra los cárteles del tráfico ilícito de estupefacientes y sustancias psicotrópicas (o narcotráfico) y el contrabando de bienes producidos principalmente en China. Por un lado, el gobierno federal ha lanzado a una campaña contra los cárteles con resultados reales muy magros, además de que la ciudadanía en general no ha quedado impresionada y continúa regateándole al presidente Felipe Calderón su visto bueno. Por otro lado, el gobierno de la capital realiza con el apoyo de la policía federal incursiones en la compleja y densamente poblada barriada de Tepito, con resultados igualmente pobres. ¿Por qué? Porque tanto el Presidente Calderón como Marcelo Ebrard, el jefe de gobierno capitalino, saben muy bien los problemas que supuestamente resuelven no se superan mediante operaciones militares, paramilitares y policiacas. Ambos, como diríase con la zumbonería jarocha, parece estar mingiendo fuera del retrete.
sábado, marzo 10, 2007
EDITORIALITO
Contrabando y Narco
Por Edi Torcito
LA simulación y las falacias son la constante en el ejercicio del poder político en el mundo. En México, esa constante se acentúa conforme la crisis del poder y de la sociedad misma se profundiza y, a su vez, perturba y alteran incluso los equilibrios entre los componentes que le dan cohesión al país. La economía exhibe desigualdades monstruosas, el régimen social muestra injusticias terribles --por aberrantes-- y la iniquidad en el ejercicio del poder adquiere cada día una mayor capacidad de perversión. Nuestros gobernantes incurren en aspaviento y los sombrerazos y los trucos efectistas para consolidar, en el mejor de los casos, una representatividad que la ciudadanía les regatea y, en el peor de los casos, para ganar dicha representatividad jamás ganada. En ese contexto caen las operaciones --inapropiadamente califica la policía como operativos-- contra los cárteles del tráfico ilícito de estupefacientes y sustancias psicotrópicas (o narcotráfico) y el contrabando de bienes producidos principalmente en China. Por un lado, el gobierno federal ha lanzado a una campaña contra los cárteles con resultados reales muy magros, además de que la ciudadanía en general no ha quedado impresionada y continúa regateándole al presidente Felipe Calderón su visto bueno. Por otro lado, el gobierno de la capital realiza con el apoyo de la policía federal incursiones en la compleja y densamente poblada barriada de Tepito, con resultados igualmente pobres. ¿Por qué? Porque tanto el Presidente Calderón como Marcelo Ebrard, el jefe de gobierno capitalino, saben muy bien los problemas que supuestamente resuelven no se superan mediante operaciones militares, paramilitares y policiacas. Ambos, como diríase con la zumbonería jarocha, parece estar mingiendo fuera del retrete.
LA simulación y las falacias son la constante en el ejercicio del poder político en el mundo. En México, esa constante se acentúa conforme la crisis del poder y de la sociedad misma se profundiza y, a su vez, perturba y alteran incluso los equilibrios entre los componentes que le dan cohesión al país. La economía exhibe desigualdades monstruosas, el régimen social muestra injusticias terribles --por aberrantes-- y la iniquidad en el ejercicio del poder adquiere cada día una mayor capacidad de perversión. Nuestros gobernantes incurren en aspaviento y los sombrerazos y los trucos efectistas para consolidar, en el mejor de los casos, una representatividad que la ciudadanía les regatea y, en el peor de los casos, para ganar dicha representatividad jamás ganada. En ese contexto caen las operaciones --inapropiadamente califica la policía como operativos-- contra los cárteles del tráfico ilícito de estupefacientes y sustancias psicotrópicas (o narcotráfico) y el contrabando de bienes producidos principalmente en China. Por un lado, el gobierno federal ha lanzado a una campaña contra los cárteles con resultados reales muy magros, además de que la ciudadanía en general no ha quedado impresionada y continúa regateándole al presidente Felipe Calderón su visto bueno. Por otro lado, el gobierno de la capital realiza con el apoyo de la policía federal incursiones en la compleja y densamente poblada barriada de Tepito, con resultados igualmente pobres. ¿Por qué? Porque tanto el Presidente Calderón como Marcelo Ebrard, el jefe de gobierno capitalino, saben muy bien los problemas que supuestamente resuelven no se superan mediante operaciones militares, paramilitares y policiacas. Ambos, como diríase con la zumbonería jarocha, parece estar mingiendo fuera del retrete.
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