Vía Pública
Luis Hernández Granados
Por Fausto Fernández Ponte
LUIS Hernández Granados es un hombre que, a los 34 años de edad, se topó un mal día con un obstáculo colosal: el que se le fabricara un delito: el de homicidio doloso.
A Luis --cuyo oficio es el de taquero de barbacoa en el mercado de Mixcoac-- se le acusa de haber asesinado a cuchilladas a su pareja, Fabiola Betzabé López Díaz.
El homicidio ocurrió, según el forense, entre las 12 y las 14 horas del 14 de septiembre, en el domicilio de la mujer.
Luis avisó a la policía luego de que él, la hija menor de su pareja, también de nombre Fabiola Betzabé, y la abuela de ésta, Josefina Ramírez Arambul, descubrieron el cadáver.
Avisada la policía, llegaron al lugar los agentes José Raymundo López Escalante, María Guadalupe Noria Martínez y Ricardo Guillermo Vite. Estos procedieron a su quehacer.
Los citados judiciales se llevaron en calidad de testigos a Luis, Fabiola Betzabé y Josefina. Ya en la delegación detuvieron a Luis, bajo la sospecha de autoría de homicidio.
Luis fue esposado de inmediato y se le confinó, sin ropas, en un separo. Allí lo tuvieron 72 horas, privándosele de sueño y alimento. Se le sometió a acoso verbal soez y maltratos.
Mientras eso ocurría, el agente López Escalante le pidió a Luis y a su hermano gemelo Manuel 30 mil pesos para dejarlo libre. Ni Luis ni Manuel tienen forma de obtener 30 mil pesos.
A la negativa a esa extorsión de López Escalante a los Hernández Granados --uno preso, el otro libre--, el judicial resolvió fabricar el delito. ¿Razón? No tan exigua.
Véase: fallido el intento de extorsión, López Escalante y sus socios Vite y Noria de todos modos no perderían: por cada confesión de culpa que obtienen reciben un bono.
Esa práctica de premiar a los judiciales es para engrosar las estadísticas de delitos aclarados, favorables a la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal.
Por esos motivos, fabrican delitos. Para ello acosan, amenazan, insultan y torturan psicológicamente al elegido para su avieso empeño. Así le arrancaron una confesión a Luis.
Este estaba indefenso. Desorientado --mucho tiempo esposado en la oscuridad, desnudo, hambriento-- firmó, sin un abogado que lo guiara, todo lo que le exigieron que firmara.
Para arrancarle la confesión a Luis, los judiciales no ofrecieron pruebas: no hay huellas dactilares en el cuchillo con el que se le dio muerte a Fabiola Betzabé.
Por añadidura, Luis tenía una coartada documentada: a la hora del homicidio estaba trabajando con su jefe, Reynaldo Ocampo Manríquez, el dueño de la taquería.
Pero a éste no se le pidió testimonio, pues la confesión le fue arrancada a Luis antes de que declararan Reynaldo y otros testigos. Y ningún abogado asesoró a Luis en ello.
Ante esa confesión y sin incluir pruebas, a Luis se le dictó auto de formal prisión. Está en el Reclusorio Norte. Desfabricar un delito fabricado es ir a contracorriente.
ffernandezp@prodigy.net.mx
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