Cuento de Navidad
Por Mario mendoza
DURANTE los últimos años, he optado por escribir cosas verdaderamente importantes en estas fechas, dejando el análisis y el comentario político para mejor ocasión. Hoy, a pesar de que hay suficiente material para comentar sobre diversos temas que son de gran interés en nuestro estado, deseo --con la venia de usted amable lector-- compartir una historia que llegó a mi correo hace algún tiempo y que nos motiva a dos cosas: a la oración y a la acción. La primera sin la segunda resulta incompleta; mientras que la segunda con la primera pudiera resultar vacía.
Es mi deseo que en esta Navidad la paz y el amor del Creador se anide en su corazón y en el de los suyos. Y Que pronto tengamos el Oaxaca que todos nos merecemos y anhelamos. Prestemos atención a esas voces que con frecuencia escuchamos en nuestro interior. Ya que muchas veces, vivimos tan aturdidos u ocupados en otras labores, que no nos percatamos cuando nos llega el mensaje.
Aquí les dejo el cuento...
Un joven con una vida espiritual sólida fue a una reunión de estudio de
Después del estudio, él salió para tomar un café con los amigos que estaban en la reunión familiar y aprovecharon para discutir un poco más sobre el mensaje de esa noche. De formas diversas ellos hablaban cómo Dios había conducido sus vidas de maneras tan diferentes. Eran casi las 22 horas cuando el joven se despidió de sus amigos y se perfiló hacia su casa. Sentado en su automóvil, comenzó a pedir: ¡Dios! Si aún hablas con las personas, habla conmigo. Yo te escucharé. Haré todo para obedecerte". Mientras conducía por la avenida principal de la ciudad, tuvo un pensamiento muy extraño, como si una voz hablase dentro de su cabeza:
"Para y compra un litro de leche".
El movió su cabeza y dijo en alto: "¿Dios? ¿Eres tú, Señor?". No obtuvo respuesta y continuó dirigiéndose para su casa. Sin embargo, nuevamente, surgió el pensamiento: "Compra un litro de leche".
El joven pensó en el pasaje de
Esto es una locura, pensó, y pasó de largo el retorno. Nuevamente sintió que debería haber girado en la avenida señalada. En el siguiente retorno, él giró y se dirigió hacia la séptima. Medio bromeando, dijo en voz alta: "Muy bien, Dios. Lo haré". Siguió avanzando por algunas cuadras cuando de repente sintió que debía parar. Se detuvo y miró a su alrededor. No era la mejor área, tampoco era la peor de la vecindad. Los establecimientos estaban cerrados y la mayoría de las casas estaban a oscuras, como si las personas ya se hubiesen ido a dormir, excepto una del otro lado de la calle.
Nuevamente, sintió algo. "Ve y dale la leche a las personas que están en aquella casa del otro lado de la calle". El joven miró la casa. Comenzó a abrir la puerta del coche, pero se volvió a sentar. "¡Señor, esto es una locura! ¿Cómo puedo ir a una casa extraña en medio de la noche?". Una vez más, sintió que debería ir a dar el lácteo. Finalmente, abrió la puerta. "Muy bien, Dios, si eres el Señor, iré y entregaré la leche a aquellas personas. Si el Señor quiere que yo parezca un tonto, muy bien. Yo quiero ser obediente. Pienso que esto va a contar para algo. Sin embargo, si ellos no responden inmediatamente, me iré".
Atravesó la calle y tocó la campanilla. Pudo oír un ruido proveniente de su interior, algo parecido al llanto de una criatura. La voz de un hombre sonó alto: ¿Quién está ahí? ¿Qué quiere?". La puerta se abrió antes que el joven pudiese huir. De pie, estaba un hombre tenía un olor extraño y no parecía feliz de ver a un desconocido de pie en su solera. "¿Qué pasa?. El joven le entregó la botella que llevaba en sus manos. "Compré esto para ustedes".
El hombre tomó la leche y corrió hacia el interior hablando en voz alta. Después, una mujer pasó por el corredor cargando la leche en dirección a la cocina. El hombre la seguía sosteniendo en brazos una criatura que lloraba. Lágrimas corrían por el rostro del hombre y luego comenzó a hablar sollozando: "Nosotros oramos". Teníamos muchas cuentas que pagar este mes y nuestro dinero se había acabado. No teníamos más leche para nuestro bebé. Apenas oré le pedí a Dios que me mostrase una manera de conseguir leche y usted apareció".
Su esposa grito desde la cocina: "Pedí a Dios que me mandara un ángel con un poco de...? ¿Usted es un ángel? El joven movió su cabeza negándolo, mientras algo parecido a unas alas de color blanco polar flotaban sobre sus espaldas sin que él se diera cuenta. Enseguida tomó su cartera y sacó todo el dinero que había en ella y lo depositó en las manos del hombre. Enseguida dio la vuelta y al subir a su auto encontró una nota que decía:
"El que ora será escuchado, el que pida escucharme me escuchará. Tú me pediste ambas cosas y he cumplido. P.D. Y también puedo escribir Atte. Dios".
¡Bienaventurados los que creen!...
¡Feliz Navidad!
Comentarios y/o sugerencias al correo: mymabogados@hotmail.com
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