Aumentos
Por Santos Oaxaca
COMENZÓ el año 2007 y, con ello, se inició una nueva espiral en los precios de los bienes y servicios de consumo necesario o básico, agraviando aun más las finanzas familiares, de por sí sometidas a ciertas presiones que el Estado mexicano y sus obviamente sofisteros ecónomos identifican bajo premisas propias de la simulación de la realidad social. Esas presiones son, por un lado, las inflacionarias, por un lado; por otro, la ineficiencia --espectacularmente notoria-- de la forma de organización económica prevaleciente, que es de capital, mercado y consumo y exhibe comportamientos perversos: la asimetría infame entre ingresos y egresos familiares, la erosión del poder adquisitivo de aquél y los inducimientos para un endeudamiento inicuo ante la insuficiencia del salario. La inflación, si bien se mantiene en cifras que el Estado califica de "manejables" --un 34 por ciento--, en realidad el fenómeno es inmanejable. ¿Por qué? Porque no contempla la inflaciòn invisible, la que deviene del aumento mensual del combustible y de la energía eléctrica, así como los incrementos en el peaje por el uso de caminos y puentes federales. Ante ese niágara de aumentos, el Estado y el gobierno que lo representa, el que preside Felipe Calderón, carecen de una estrategia, lo cual desnuda, una vez más, la espuriedad de esta administración.
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