Asimetrías
Calderón: el Inicio
Por Fausto Fernández Ponte
Felipe Calderón Hinojosa inició formalmente su sexenio como Presidente de México, pero sus comienzos se registran en un entorno de anormalidad política asaz preocupante, de imposición y continuismo.
Dígase de otro jaez, caro leyente, que el entorno dentro del cual don Felipe recibió de manos de su predecesor, Vicente Fox, la rienda del gobierno y fue investido --al día siguiente-- no es democrático.
De hecho, es lo opuesto; es decir, antidemocrático o, por más preciso decirlo, en un contexto de ausencia de democracia o, si se quiere, de simulación. El de una democracia simulada.
Por ello, el inicio --la transferencia de poder-- se realizó a medianoche, a hurtadillas, rodeado de muchos militares y pocos civiles, aislado --blindado, diríase-- del pueblo de México.
Ese espectáculo --trasmitido por radio y televisión en vivo, exactamente un minuto antes de concluir el 30 de noviembre-- fue privado (sin público) en la casa presidencial de Los Pinos.
Tampoco estuvieron presentes en ese acto de transferencia de poder los representantes de los otros dos Poderes de la Unión, el Legislativo y el Judicial. Fue un acto a escondidas.
Luego, al día siguiente, el primer día de diciembre, el señor Calderón acudió al Palacio Legislativo a jurar su cargo y recibir y colocarse sobre el pecho la banda presidencial emblemática.
Como bien sabríase, esa ceremonia fue tormentosa, pues la tribuna estaba ocupada por legisladores del Partido de la Revolución Democrática y afines de Andrés Manuel López Obrador.
A esa ceremonia asistieron pocos jefes de Estado y de Gobierno y dignatarios extranjeros --como el Príncipe de Asturias, Felipe de Borbón--. Muchos gobernantes declinaron la invitación.
El señor López Obrador, mientras tanto, encabezó una manifestación tumultuosa y muy gruesa y, ciertamente, muy densa, que culminó en el Auditorio Nacional, donde dijo don Felipe su discurso inaugural.
Esta relación de sucedidos es, en sí misma, una expresión muy elocuente de que el estado de cosas prevalecientes en México se distinguen por una naturaleza anómala y antidemocrática en extremo.
Pero esa anomalía --movilización social de protestas por el manoseo electoral y sospechas de fraude, de reivindicaciones y de resistencia civil-- no es de génesis reciente. No. Su génesis es histórica.
Las anomalías son expresiones reactivas a la ausencia de una forma de organización política verdaderamente democrática en México y su correlato, la simulación cínica de que en nuestro país hay democracia.
Lo que hay, documentadamente y a la vista de todos los mexicanos, es una forma de organización política que privilegia el uso y abuso de las potestades del Estado y del gobierno en beneficio de una élite.
Esa realidad confirma la existencia misma de una plutocracia --gobierno de los ricos-- que en pos de consolidar y ampliar sus propios intereses y no los del pueblo, ha llevado al país al abismo.
El señor Calderón es el abanderado gerencial de esa plutocracia y su mensaje a la nación, ayer, se nos ofrece como un doble discurso, planteado sobre premisas falsas y omisiones.
La primera omisión fue la represión violenta --muertos, heridos, desaparecidos, detenidos-- a las movilizaciones organizadas del pueblo de Oaxaca en demanda pacífica de sus derechos constitucionales.
La primera premisa falsa es la de que, como lo describió el propio Presidente, fue elegido por el pueblo de México. Acláresele que solo fue elegido por 15 millones de 72 millones de empadronados.
Esto nos lleva a la segunda premisa falsa del doble discurso: No es democrática una forma de organización política en la que la mayoría de los electores vota por otros candidatos opuestos al "triunfador".
Otra premisa falsa adicional es la de que el señor Calderón, no sin intención ponderada, adoptó para su gobierno una de las banderas del señor López Obrador: austeridad en el gasto salarial en el gobierno.
En ese discurso --leído conceptuosamente--, el Presidente utilizó habilidosamente los tiempos de los verbos y, así, usó el futuro (seré y haré) y el condicional representado en el "yo quiero que...".
Así, fue reiterativo en que "yo quiero que..." los mexicanos vivamos mejor, tengamos seguridad, más y mejores empleos, etcétera. No huelga señalar que, bien, todos queremos mejorar las cosas.
Pero una cosa es desear que esas cosas mejoren y otra hacer lo necesario para lograr esa mejoría. Esa comparación haría suponer que el gobierno calderonista bien podría ser uno de sólo buenos deseos.
Subráyese que en ese discurso, el Presidente habló del acoso que padece el Estado mexicano por parte del crimen organizado y dijo que "quiere" reformar el aparato de la administración de justicia.
Lo novedoso de ese discurso fue la cita del Presidente a Benito Juárez y la paráfrasis del célebre apotegma. Pero las reformas legales enunciadas por el señor Calderón no pueden ser aplaudidas a priori.
faustofeles1@yahoo.com.mx
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Glosario:
A priori: Antes de examinar el asunto de que se trata.
Apotegma: Frase breve y sentenciosa, muy conocida, que se atribuye a un personaje célebre. Precepto.
Democracia: Forma de gobierno en la que el poder reside en el pueblo. Doctrina política que defiende esta forma de gobierno.
Paráfrasis: interpretación ampliada de un texto para hacerlo más claro.
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