Derrota neoliberal, triunfa la Convención
Por Alfonso Lizárraga Bernal*
EL hecho de cumplir con los rituales legales de transmisión de poderes no es símbolo de fuerza moral, ni de consenso ni de legitimidad para Calderón. Por el contrario, refleja la debilidad de quien se sabe resultado de un fraude. Si estuviera seguro de su triunfo, hubiera aceptado el recuento de votos.
La forma es fondo. Tomó posesión a medianoche, rodeado de foxistas y de militares. Lo mismo la protesta ante el Congreso, entró como los ladrones, por la puerta trasera; acorazado por militares, policías y funcionarios. Cumplió con los rituales en el Campo Marte y un discurso en el Auditorio Nacional al que solamente se ingresaba mediante rigurosa invitación. Alejado completamente del pueblo.
En su mensaje inicial adopta un tomo discursivo que simula plegarse a algunos puntos manejados por López Obrador. Pero el discurso real es opuesto. Los hechos son la intensa represión que simultáneamente se realizaba en Oaxaca: Violencia, asesinatos, secuestros, represión, desaparecidos, detenciones y traslados ilegales a otro Estado (a Nayarit). Ése es su discurso real.
En cambio, López Obrador mantenía su vínculo con su pueblo, sin protección policiaca, marchaba por las calles de la ciudad.
La ilegitimidad de Calderón no es un fenómeno inherente a él solamente, sino a todo el sistema neoliberal que él representa. Dicho sistema que no encuentra la manera de legitimarse socialmente en el mundo, pese a que posee el control de los medios.
Fox creyó que podría engañar a la población mediante la manipulación mediática y su régimen terminó con un gigantesco desastre social, político y económico.
Calderón pretende retomar la discursividad mediática populista, pero con un garrote en la mano para reprimir. Esa política ya es vieja, fue la que siempre practicó el PRI, pero ahora no será capaz de engañar a nadie.
La legitimidad no es un problema de protocolos legaloides, es un problema de contacto con las necesidades y con las formas de conciencias de la gente.
Calderón y su Partido carecen de vínculos con los sectores más empobrecidos y golpeados por los grandes capitales.
El control social no es un asunto mediático, sino un problema estructural, capaz de resolver los problemas sociales reales de la gente. Conjugando los esfuerzos individuales con los estructuras sociales mediante la acción del Estado.
Esto último no lo soporta el neoliberalismo, por el contrario, su propósito es derrumbar cualquier tipo de regulación por parte del Estado.
En ese sentido es una confrontación entre el neoliberalismo contra el viejo ideario liberal cuyas instituciones ha tratado de mantener el equilibrio entre los distintos poderes. Por ejemplo, el liberalismo estableció la educación popular, laica, gratuita, obligatoria, impartida por el Estado; los derechos al trabajo, salud, vivienda digna, democracia, etcétera.
Acciones todas ellas que hoy pretende derribar el neoliberalismo, al estimular la privatización de la educación, la salud, el sistema de jubilaciones, el derrumbe de las conquistas laborales, limitar el derecho de huelga, de organización, mantener y extender la subordinación y control corporativo de los sindicatos.
Esto significa que el neoliberalismo no soporta al liberalismo. No obstante, este ideario político caló profundamente en el pueblo y los niveles de conciencia social no aceptan un retroceso. Esto implica que Calderón sucumbirá políticamente bajo la presión popular y la presión neoliberal.
El equilibrio no es factible. Lo que procede es la organización social de la Convención Nacional Democrática.
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