En efecto. Calcúlase que en Mèxico --cuyo número de habitantes es de 104 millones --o 126 se incluimos a los paisanos en estados Unidos-- el 70 por ciento de su población vive en la pobreza en gradación variopinta. Ese momio porcentual es, por terrible, dramático.
Ese 70 por ciento es una suma impresionante de pobres: son casi 70 millones de mexicanos. Imagine el caro leyente una cifra así de personas sin ingresos monetarios --o muy magros éstos--, pero sobre todo insertos en la vorágine de la marginación y la desesperanza.
Imagine también el leyente a esos casi 70 millones de personas atrapadas por una garra perversa: desempleados o subempleados o con una ocupación sin prestaciones y de ínfimo estipendo ue se ha estancado desde hace una década y perdido un 70 por ciento su alcance adqusitivo.
Imagine asimismo el leyente a esa enorme masa de pobres --no huelga repetir que somos casi 70 millones-- como destinataria de un bombardeo constante de mensajes diseñados mediante ciertas técnicas para inducirla a cierta conducta individual y colectiva.
Sin duda. Inducir conductas es el objetivo de ese feroz bombardeo de mensajes. Inducir comportamientos para esos pobres consuman obsesiva y compulsivamente bienes, servicios o valores que no necesitan y sin cuales su vida no sería no mejor ni peor. Así se le manipula psicológicamente.
Y mediante esa manipulación se le ofrece a esa masa de depauperados lo mismo un tangible que un intangible, incluyéndose entre éstos a valores ajenos a sus orígenes y experiencias históricas y sociales y a la composición misma de la estructura cultural.
II
O, en el mejor de los casos, se les ofrecen y venden programas de gobierno sofistas y falaces cuya continuidad agudiza la situación oprobiosa y de desigualdad económica, injusticia social e iniquidad moral y ética que los estruja. Caso en punto: la campaña de proseltismo electoral de Felipe Calderón.
Como secuela de ese inducimiento masivo, muchos pobres votaron por el señor Calderón, desconociendo, por ejemplo, que este candidato --hoy Presidente Electo-- representa la continuidad de la pobreza, la agudización de ésta, y el saqueo impune y cínico de las riquezas de México.
Ese saqueo, como sabríase bien, es cometido por una élite de oligarcas mexicanos y consorcios trasnacionales principalnmente de Estados Unidos y España, que tienen a su servicio a partidos políticos mexicanos y personeros de la alta burocracia gubernamental, como el Presidente Vicente Fox.
La depauperación de las masas de pobres no es sólo material --carencias, indefensión, cierre de las redes de capilaridad social, estancamiento económico, etcétera-- sino también educativa. Nuestro sistema educativo privilegia la capacitación para un mercado laboral capitalista de desempleados y subempleados.
Y, por contraparte, desprivilegia ese sistema educativo el acervo histórico y el conocimiento y la conformación de una identidad, la mexicana, sustentada sobre nuestras experiencias históricistas, para borrarla y dar paso a otra, orientada ést<>
El propósito de ese sistema educativo es, a nuestro ver, obvio: trátase de hacernos pensar y sentirnos más como estadunidenses que como mexicanos, con miras al objetivo esttratégico de perpetuar nuestra condición de mercado de consumidores cautivo de bienes y servicios que nos vienen del norte.
Compramos todo, sin necesitarlo. Y en ese proceso nos endeudamos más y màs, sin que nuestra pobreza nos permita salir de esa espiral sin fin. Los bieners materiales adquiridos no son sinìonimos, sino antònimos, de felicidad. Esta es elusiva. Y mella nuestra conciencia de que somos pobres.
III
Los estratos varios de las clases medias han sufrido proletarización evidente y depeuperación en mayor o menor grado. Pero carecen de conciencia de ello --de su propia proletarización-- y por tal motivo aceptan gustosamente las socaliñas del poder para proletizarlos más.
País geográficamente privilegiado, México tiene casi 11 mil kilómetros de costas, petróleo y gas natural, plata y otros minerales de importancia estratégica, bosques --entorno de una biodiversidad todavía impresionante aunque muy amenazada--, ríos caudalosos, y un elongado etcétera.
Sin embargo, su mayor riqueza es, precisamente, la que rerpresentan sus habitantes. Pero ese recurso es potencial en su grueso enorme. Decimos que ese recurso es potencial y no actual en densa proporción pues no ha sido desarrollado del todo, excepto en un rubro: el del mercado.
Así es. El recurso humano --la población-- es consumidora cautiva de bienes y servicios casi todos innecesarios, un 70 u 80 por ciento aproximadamente importados fìsicamente o por patentes o por conceptos de aculturación mediante mecanismos jurídicos y políticos de dominación económica y financiera.
Esa dominación económica y financiera tiene, a su vez, un circuito integrado --un periplo ideoógico, diríase-- asaz viciado, pues incide también en el comportamiento del poder político formal y fáctico en México. La dominación extranjera tiene cómplices mexicanos.
Los cómplices mexicanos ejercen corruptamanete y para sí mismos un monopolio del poder formal. Conforman la plutocracia, o sea el gobierno de los ricos, quienes, predeciblemente, se oponen a todo intento de modificación de ese status quo injusto, desigual e inicuo.
Se opone esa plutocracia a una forma de organización económica y política que permita a todos los mexicanos --incluyendo esos casi 70 millones de pobres, conscientes o no de su pobreza y su sometimiento por aculturación y aviesa pedagogía-- a vivir mejor.
Glosario:
Falaces: plural de falaz y éste de falacia, engaño, fraude o mentira que se utilizan para dañar a alguien.
Oligarcas: plural de oligarca. Miembro de una oligarquía. Sistema de gobierno en el que un pequeño grupo de personas personas, generalmente pertenecientes a una misma clase social, ejercen el poder supremo.
Periplo: viaje de largo reecorrido con regreso al punto de partida.
Socaliñas: truco o engaño que se hace para obtener algo de una persona que no está obligada a darlo.
Sofistas: que se valen de sofismas o argumentos aparentes. Sofisma: argumento aparente con que se pretende defender algo falso o convencer de ello.