TEMA TRASCENDENTE DEL DÍAUna Leyenda de Intrasigencia
Por Carlos Reyes Romero
Antecedentes
CORRÍA el año de 1987. Después de una ardua y desgastante lucha interna la Corriente Democrática abandonaba el PRI; ya no había nada que hacer adentro. Atrás quedaban los debates internos, la "Marcha de las 100 horas por la Democracia", las intrigas del salinismo, la reticencia de muchos para romper con el PRI a pesar de las maniobras de Miguel de la Madrid y de Jorge de la Vega Domínguez, en ese entonces presidente del PRI, para imponer a Carlos Salinas de Gortari.
Cuauhtémoc Cárdenas no tenía otra alternativa. Clausuradas las posibilidades de la democracia en el PRI, había que salirse. Con él salieron del PRI: Porfirio Muñoz Ledo, Leonel Durán, Ifigenia Martínez, Leonel Godoy, Xavier Ovando, Román Gil y César Buenrostro, entre los que recuerdo. Su salida fue un golpe mortal para el partidocasiúnico, como lo llamó después Salinas de Gortari. La casa gobernante mexicana sufría su primera ruptura, su primera y fatal fractura; en adelante vendría el declive, el apremio de transferir el poder a nuevas fuerzas, antes de que el país se colapsara bajo el doble impacto de la crisis económica y de la crisis política.
Entonces como ahora "los de arriba" ya no podían gobernar como antes y "los de abajo" ya no querían seguir viviendo igual. La crisis económica pulverizo de golpe a las capas medias y polarizó la opulencia en unos cuantos y la indigencia en más de la mitad de la población. La credibilidad del sistema se desmoronaba estrepitosamente; el viejo régimen iniciaba su larga agonía cuyo hedor se prolonga hasta nuestros días. Las cosas tenían que cambiar y el ingeniero Cárdenas parecía llamado a cumplir ese destino.
Varios organismos de izquierda le ofrecieron su apoyo; entre ellos el Partido Popular Socialista (PPS), el Partido del Frente Cardenista de Reconstrucción Nacional (PFCRN) y el todavía en formación Partido Socialdemócrata (PSD). Por su parte, el Partido Mexicano Socialista (PMS) ya había lanzado la candidatura del Ing. Heberto Castillo Martínez, no obstante que se previno a su dirigencia de la conveniencia de esperar la salida de la Corriente Democrática del PRI.
El Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) lanzó la candidatura de doña Rosario Ibarra de Piedra, aunque una buena parte de sus dirigentes se incorporaron al nuevo cardenismo, entre otros Ricardo Pascoe Pierce, Pedro Peñaloza y Felipe Espinosa.
El maoísmo estaba pasmado y escindido. La política de las dos caras los había entrampado: por un lado el trabajo dentro del gobierno los había reunido en torno de los Salinas, de Raúl y principalmente de Carlos Salinas de Gortari, viejos compañeros de Adolfo Orive, de Beto Anaya, de Marcos Cruz, de Hugo Andrés Araujo, de Memo Dorantes y de tantos otros envueltos en los amores y desamores de Línea de Masas (LM) o de Línea Proletaria (LP); y por el otro, la raigambre popular del nuevo cardenismo cimbraba y removía la conciencia y los escrúpulos de Julio Moguel, de Luis Hernández Navarro, de Rosario Robles, de Saúl Escobar, de Armando Quintero, de René Bejarano, de la Organización de Izquierda Revolucionaria–Línea de Masas (OIR–LM), quienes finalmente se adhirieron a Cárdenas, aunque sin romper relaciones con su otra cara.
Los sindicalistas universitarios que nos agrupábamos en la Corriente Roja del STUNAM y en la asociación política Unidad Democrática, procesamos una alianza con la Corriente Democrática desde que ésta apareció en la arena política, lo que nos valió ser tildados de traidores y "priístas" tanto por los de la OIR – Línea de Masas como por los "históricos" del Consejo Estudiantil Universitario: Carlos Imaz, Imanol Ordorica y Toño Santos, quienes luego y sin ningún escrúpulo intentaron cabalgar políticamente sobre el prestigio de Cuauhtémoc. La historia colocó a cada uno en su sitio.
Esta alianza dio paso a una relación muy estrecha con la Corriente Democrática y en particular con el Ingeniero Cárdenas, que no sobrevivió debido a las artimañas e intriguillas de Porfirio Muñoz Ledo Castillo Ledón, quien quiso verle la cara a Evaristo Pérez Arreola, dirigente del STUNAM y de Unidad Democrática. En el mejor momento de esta relación se dieron los acontecimientos que se relatan en esta crónica.
No había tiempo para integrar un nuevo partido; los plazos para el registro de nuevas formaciones políticas estaban agotados. Había que salir por alguno de los partidos registrados en aquel entonces. ¿Pero por cuál? Por el PAN no se podía, dado que la Corriente Democrática había nacido enfrentando el pripanismo del partido oficial. Lanzar a Cuauhtémoc por cualquiera de los partidos de izquierda era exponerlo a la acusación de haberse entregado al comunismo, lo que en aquellos años le hubiera servido mucho al PRI.
Convenimos con Pérez Arreola en que lo mejor era salir por el Partido Auténtico de la Revolución Mexicana (PARM), que era el refugio natural de los desahuciados por el partido oficial.
– ¿Por el PARM? ¿Y a quién conocemos de ahí?
– Alguna vez me contaste que viniendo de Laredo, te encontraste en el avión a Carlos Cantú Rosas y que te había saludado muy bien e incluso conversaron por buen rato. ¿Te acuerdas?
– Sí claro…
Le planteamos la estrategia a Cuauhtémoc y a Porfirio y, aunque con las reservas que aquí se relatan, estuvieron de acuerdo en que estableciéramos el contacto. Lo demás está en el relato.
Desde entonces han pasado muchos años. Los actores políticos de aquellos tiempos en su gran mayoría han salido de la escena política o su presencia esta muy debilitada. Me parece entonces que este aniversario es propicio para dar a conocer este relato, que en algo contribuye al conocimiento de nuestro acontecer nacional.
Chilpancingo, Gro., 10 de octubre de 2004
Epílogo
Hoy nuevamente siento la necesidad de dar a conocer este relato, que sólo se ha publicado en un semanario de Guerrero, ante los cuestionamientos de que se hace objeto al ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas por su actuar político de los últimos meses y por su postura crítica ante López Obrador.
Vaya pues esta crónicarelato a cumplir su cometido de dejar testimonio sobre una conducta de rebeldía y de congruencia democrática, que mucho ha contribuido a forjar los cambios habidos en México en los últimos 20 años.
16 de noviembre de 2006
El primer paso fue dado el 14 de octubre de 1987, cuando el Partido Auténtico de la Revolución Mexicana, registró como candidato a la presidencia a Cuauhtémoc Cárdenas. La candidatura del PARM no parecía representar riesgo alguno para el partido oficial. Sin embargo, como el tiempo lo demostró, fue la primera piedra para construir el Frente Democrático Nacional. En las semanas siguientes se sumaron a Cárdenas el Partido Popular Socialista y el Partido Frente Cardenista de Reconstrucción Nacional. Hacia mayo de 1988 la izquierda mexicana cerró filas de forma definitiva: Heberto Castillo renunció a la candidatura del Partido Mexicano Socialista en favor de Cárdenas. Así quedó conformada la alianza de partidos y organizaciones sociales de izquierda más importante en la historia de México.
PRD. Historia.- De la alianza al partido (1988-1989)
Página Internet del PRD
¡Usted lo hizo así!
--No sé licenciado. ¡Usted lo hizo así! Acuérdese que siendo usted presidente del PRI lo mandó a convencerme para que renunciara a mi triunfo como presidente municipal de Nuevo Laredo. Yo no metería las manos al fuego por él.
La respuesta sagaz, contundente, retadora de Carlos Cantú Rosas presidente del PARM cayó como tromba en cielo despejado, esa noche del domingo 11 de octubre de 1987, en la casa de Cuauhtémoc Cárdenas. Azorado, Porfirio Muñoz Ledo sólo acertó a responder:
--Bueno, bueno, no ahondemos en el pasado. Propongo que iniciemos la reunión.
Los demás nos miramos sorprendidos, temiendo que cualquier incidente diera al traste con las conversaciones iniciadas semanas atrás para buscar el lanzamiento de Cuauhtémoc Cárdenas como candidato a la presidencia de la República bajo el emblema y registro del PARM. Casi automáticamente asentimos en comenzar la reunión.
Desde su inicio las pláticas entre la Corriente Democrática y el PARM estuvieron rodeadas de desconfianzas y recelos mutuos. Cada que terminábamos una ronda de conversaciones, unos y otros nos lo manifestaban a Evaristo Pérez Arreola y a mí, quienes propusimos y facilitamos los encuentros. Políticamente eran primos hermanos pero no se querían.
Esa noche el ambiente era particularmente tenso. Nos habíamos citado para convenir cómo le entraríamos a la sesión del Consejo Nacional del PARM que estaba convocada para el lunes 12 de octubre. La decisión se había postergado desde el día anterior en parte por las desconfianzas, en parte porque no se tenía suficiente claridad acerca del rumbo a seguir.
Pedro González Azcuaga, Secretario General del PARM, aconsejaba y urgía, el día anterior:
-- Hay que hacer una jugada sorpresiva y en un solo acto. No hay que dar tiempo a que el enemigo reaccione y nos acabe. No debemos olvidar que nos estamos jugando todo.
El chiste es que eran cerca de las 10 de la noche y González Azcuaga no aparecía por ningún lado. Desde antes de llegar a la casa de Cuauhtémoc, Carlos Cantú Rosas y yo, cada cual por su lado, lo estuvimos buscando infructuosamente para llegar juntos a la reunión. Cuando nos vimos, comentamos que ojalá sólo se tratara de que hubiera decidido llegar por su cuenta.
Tampoco me animaba a preguntar mucho, dado el papel de enlace que jugábamos Pérez Arreola y yo, pero sobre todo porque nunca me ha gustado andar preguntando de más. El peso de los hábitos conspirativos…
Llegamos a la casa de Cuauhtémoc y nada; González Azcuaga no había llegado. Ya estaban ahí, Ifigenia Martínez, Leonel Durán, Porfirio Muñoz Ledo y el anfitrión. La pregunta era casi obligada:
-- ¿Y González Azcuaga?
--No sabemos, respondimos. Lo hemos estado buscando y no aparece, confiábamos en que estaría aquí. Propusimos esperarlo.
Seguimos insistiendo en su teléfono el cual invariablemente sonaba ocupado. Entre tanto, mientras comentábamos los sucesos políticos recientes, nos bebimos unos tragos de Whisky escocés que Cuauhtémoc había sacado de una alacena.
La incomodidad y la tensión del ambiente aumentaban y ni luces de González Azcuaga.
De repente, Porfirio Muñoz Ledo en uno de esos lances muy de su estilo, en áspero reclamo le espetó a Cantú Rosas:
--¿Perdone licenciado, no será que su amiguito ya negoció y se cambió de bando?
El giro directo, ineludible, nos agarró de sorpresa a todos y no acertamos más que a mirar a los contendientes: Porfirio con la mirada y los colmillos afilados, el viejo zorro en acción; Cantú Rosas, con toda su soberbia plebeyez, sabiéndose non-grato a los ojos de la nobleza política que nos recibía esa noche, estaba totalmente dispuesto a revertir la tarascada de Porfirio.
La respuesta le salió del alma, con todo el sabor de los viejos agravios; clara, concisa, hiriente:
--No sé licenciado. Usted lo hizo así!…
Apresurar el paso.
Rápidamente nos pusimos de acuerdo. Previendo que González Azcuaga para esa hora ya habría negociado con Gobernación o vaya usted a saber si con el propio Carlos Salinas de Gortari, decidimos apresurar el paso; Carlos Cantú Rosas sensibilizaría y haría la propuesta al Consejo Nacional del PARM de lanzar la candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas; Porfirio, Cuauhtémoc y los demás convocarían a la prensa y a los de confianza y nos esperarían en Andes; yo concurriría al PARM y les mantendría informados de los sucesos.
Nos despedimos, yéndonos cada quien a su casa.
La pasión y el anhelo de asaltar el cielo.
Pérez Arreola se encontraba en Ciudad Acuña, telefónicamente le narré todo. Al día siguiente, 12 de octubre, según lo convenido, me fui a las oficinas del Comité Ejecutivo Nacional del PARM, en las calles de Puebla, en la Colonia Roma. En cuanto llegué, alrededor de las 13:00 horas, Cantú Rosas me puso al tanto: Pedro González Azcuaga había llegado media hora antes y se había metido directamente a la sesión del Consejo. Ni siquiera quiso hablar con Cantú Rosas. Ya ante los integrantes del Consejo, González Azcuaga sin decir agua va, planteó la disyuntiva: el PARM debía lanzar como su candidato a Carlos Cantú Rosas o, en su caso, adherirse a la candidatura de Carlos Salinas de Gortari o perdería su registro y prerrogativas. El gobierno no estaba dispuesto a permitir que el PARM cobijara a Cuauhtémoc Cárdenas.
La estrategia del terror no le funcionó; le silbaron, mientras le exigían a gritos que explicara claramente qué había negociado, con quién y cuánto le había dado. González Azcuaga optó mejor por retirarse profiriendo amenazas sobre el futuro del PARM.
De todas maneras dejó el ambiente calientito y cuajado de interrogantes. Entonces, Cantú Rosas empezó haciendo el recuento de los orígenes del PARM y sus vínculos con el gobierno; de que ya era tiempo de que dejaran de comer las migajas que el poder dejaba caer de la mesa; de cómo estaba el país y cómo crecía la inconformidad ciudadana; de los nuevos vientos de libertad; de porqué su candidatura no era la adecuada y de cómo para cambiar al país se requería una de mayores vuelos…
Algunos –incrédulos ante lo que sucedía y escuchaban– empezaron a argumentar que Cuauhtémoc era un fracasado, un perdedor, que no tenía futuro, que se arriesgaba todo por nada.
Interiormente hacían el recuento de los pros y contras de la decisión y de cómo afectaría a sus vidas, sus familias, su patrimonio.
De repente intervino Jorge Cárdenas González, con toda la experiencia y la madurez de sus muchos años. Mesándose sus arriscados bigotes, se plantó en medio de aquel salón-auditorio y mirando de frente a los presentes, dejo caer una tras otra sus palabras:
--De qué nos afrentamos, señaló. Todos los que estamos aquí somos fracasados. Todos la buscamos durante mucho tiempo por el PRI y siempre nos hicieron a un lado. Eramos fracasados cuando decidimos jugarla con el PARM y la ganamos. Yo le he ganado dos veces al PRI, Cantú Rosas también y muchos otros. Somos, dijo enfático, un partido de fracasados ganadores…
Era increíble, pero los ojos de aquellos hombres y mujeres, la mayoría de ellos en el otoño de sus vidas se inundaban de remembranzas, de inquietudes, de resplandores.
Detrás intervino Adolfo Kunz Bolaños–20 años de militancia parmista, dirigente en el DF– para plantear que el candidato debía ser Carlos Cantú Rosas; que porqué siempre había que trabajar para otros; que en todo caso si Cantú Rosas no deseaba la candidatura, el sí y la demandaba clara, abierta y legítimamente. Tenía derecho a ella y lo ejercía con dignidad. No tuvo eco.
La posibilidad de ganar con Cuauhtémoc fue haciéndose tangible, deseable, posible. La rebeldía interior de aquellas gentes, contenida por años de real politik, de pragmatismo, se desbordaba ahora; les fluía la pasión y el anhelo de asaltar el cielo, se les iluminaba el rostro… y la vida.
Nunca antes los había tratado y me impactaron sus debates. Seguía con interés sus reacciones, su lenguaje, sus gestos. Nunca espere lo que ahí sucedía. Los vi erguirse en toda su estatura humana y agigantarse. Sin esperarlo, atestiguaba un generoso y vital proceso de renacimiento humano y político. El viejo lobo estepario enternecido y gozoso rondaba mis adentros.
--¿Y si Cárdenas no acepta ser nuestro candidato? Grito alguien.
Carlos Cantú Rosas la agarró al vuelo y la devolvió:
--Preguntémosle! Propongo que una Comisión este Consejo… ¿Qué digo?… Propongo que todo el Consejo vayamos a verlo y le requiramos su respuesta!
Kunz Bolaños terció todavía:
--Siempre y cuando acepte afiliarse al PARM y hacer suyo nuestro programa y estatutos!
--Propongo que tú mismo a nombre del Consejo se lo plantees, le reviró Cantú Rosas.
Todos expresaron su acuerdo. Cantú Rosas me presentó entonces ante la asamblea y me pidió contactar a Cárdenas para solicitarle la entrevista. Lo hice y de inmediato nos dirigimos todos hacia la vieja casona de Andes, en las Lomas de Chapultepec. Llegamos alrededor de las cinco de la tarde.
Cuauhtémoc nos recibió en el jardín de muy buen humor y con esa cálida sonrisa que lo transforma todo cuando le gana lo espontáneo; aceptó la postulación del PARM y hasta las condiciones puestas por Adolfo Kunz Bolaños.
Noté que no había periodistas. Le pregunté a Cuauhtémoc porqué. Su respuesta fue lacónica.
--La verdad, dudamos que fueran ustedes a venir.
La noticia salía al aire.
De la casa de Cuauhtémoc nos fuimos directamente a las oficinas del PARM, a organizar la difusión de la noticia. En cuanto llegamos empezamos a elaborar el boletín de prensa y a comunicarnos por teléfono con las redacciones de los medios. La reacción era casi invariable:
--Ya tenemos aquí un boletín, donde se explica la destitución del Comité Ejecutivo del PARM y la postulación a la presidencia de la República de Carlos Salinas de Gortari; está firmado por Pedro González Azcuaga, como nuevo presidente de su partido.
Debo confesar que nos sorprendió mucho la audacia de González Azcuaga. Por un momento llegamos a pensar que Gobernación ya nos había comido el mandado. Sin embargo, nos sorprendió todavía más la inusitada y magnífica actitud de los medios. Era simplemente increíble. En cuanto se enteraban de los pormenores del asunto, con manifiesta solidaridad nos alentaban:
--No se preocupen, vamos a dar la noticia; nada más, por favor, envíenos su boletín para respaldarla.
Así fue. Uno tras otro, los distintos medios fueron dejando de lado el boletín de González Azcuaga.
Se habló a Televisa con la finalidad de que la noticia saliera en "24 Horas"; nos contestó Ana Cristina Peláez, quién explico que les era imposible sacar la noticia al aire. Estábamos apenas comentando el incidente, casi a las 11 de la noche, cuando repiqueteo el teléfono. Era Jacobo Zabludowsky, quien luego de identificar a Zapiain el secretario de Prensa, pidió hablar con Carlos Cantú Rosas.
--Buenas noches, Lic. Cantú Rosas. ¿Es cierto que el PARM ha decidido lanzar la candidatura del señor ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas a la Presidencia de la República? Inquirió directa y lisamente.
Cantú Rosas le respondió afirmativamente y lo puso al tanto de los pormenores de la decisión. Jacobo le aseguró que en ese momento la noticia salía al aire; sólo solicitó –como todos– que se le enviara el boletín, aunque fuera en la madrugada.
Esa noche, en el último segmento de "24 Horas", Televisa dio a conocer al país la candidatura presidencial de Cuauhtémoc Cárdenas.
Pensando en las implicaciones.
--Y tú ¿qué haces aquí? Me interpeló Manuel Menéses, jefe de Información del diario La Jornada, cuando alrededor de las 11:30 de la noche le entregué el boletín de prensa, anunciando la postulación de Cuauhtémoc. ¿No me digas que también Evaristo está metido en este rollo?
--Así es! Le contesté llanamente.
--Pero, se supone que ustedes son de izquierda, ¿o no?
--¿Y qué tiene? No estamos peleados con la democracia.
Me mostró entonces dos boletines de prensa más: el de González Azcuaga a favor de Salinas de Gortari y otro que llamó poderosamente mi atención. Era un boletín del Partido Popular Socialista, donde se anunciaba que para el 16 de octubre, conjuntamente con el Frente Cardenista de Reconstrucción Nacional y otro organismo de izquierda que ahora no recuerdo (tal vez, el PAIS), lanzarían la candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas.
--¿Cuál de todos es el bueno? Me preguntó.
--Este! Le dije al tiempo que le regresaba el del PARM.
Nos despedimos prometiéndonos tomar algún día un café, que nunca nos hemos tomado.
--Salúdame a Evaristo. Me dijo, con la sonrisa en la boca, enfatizando la fraternal despedida.
Me retire de La Jornada, envuelto en esa singular satisfacción que se experimenta cuando se es partícipe de algo trascendente.
Camino a casa iba pensando en las implicaciones del otro boletín, el del PPS:
--¿Y si también hacen suya la candidatura de Cárdenas? ¡Ya la hicimos!
Y también en otras implicaciones:
--¿Y Bartlet? Me cuestionaba mientras pensaba que el entonces secretario de Gobernación, había dejado pasar la jugada. Me parecía claro que no había ejercido su poder para impedir el destape de Cuauhtémoc, ni para silenciar o minimizar la noticia. La actitud de los medios presagiaba que el golpe iba a ser demoledor y…lo fue.
Desde aquella noche muchas veces me he interrogado sobre la actitud de Bartlet en ese día, esa noche, el día siguiente… ¿Fue error simplemente? ¿Fue algo valorado y premeditado? No lo sé y dudo que alguien más que el propio Bartlet lo sepa. Lo cierto es que esa conducta, deliberada o no, nos ayudo mucho y eso fue favorable para el país. Enhorabuena.
El país tenía nuevamente esperanza.
El paso estaba dado y era irreversible. Atrás quedaban la salida del PRI, los cabildeos, las rondas de negociación entre la Corriente Democrática y el PARM, las desconfianzas mutuas, los escarceos entre Muñoz Ledo y Cantú Rosas, las dudas, siempre guardadas, de Cuauhtémoc.
A partir de ese momento, el PARM tenía ya candidato presidencial, que dos días después sería ratificado por la Convención Nacional de dicho partido. Posteriormente harían lo propio el Partido Popular Socialista (PPS), el Partido del Frente Cardenista de Reconstrucción Nacional (PFCRN), la Unidad Democrática (UD), el Partido Auténtico de Izquierda Socialista (PAIS), el Movimiento de Acción Socialista (MAS), el Partido Verde Ecologista Mexicano (PVEM), el Partido Socialdemócrata de México (PSM), diversos movimientos sociales y ciudadanos y varios meses después…el Partido Mexicano Socialista (PMS).
La ruptura del sistema estaba dada. La omnipotente casa gobernante mexicana se escindía y con ello se habría la posibilidad de reencauzar el rumbo de la Nación. Esa era nuestra principal motivación y por ella arrostramos todos los riesgos. Sentíamos que Cuauhtémoc Cárdenas era el hombre capaz de lograrlo. Y en cierto sentido lo logró.
Era formidable. El país tenía nuevamente esperanza.
Cárdenas, mostró al país, que el tránsito hacia la democracia era viable y tenía futuro. Más aún, abrió de par en par las compuertas para que por este cauce fluyeran los afanes populares y ciudadanos que –a través de los partidos, sin ellos y hasta en contra de ellos– le van dando rostro, contornos y estatura federalista, pluriétnica y pluricultural a la nueva República.
Actividad humana encaminada al bien común.
Tal vez algún día podamos hacer una valoración imparcial y justa de este hombre tan agraviado tanto por la traición de muchos que ostentaban ser sus más cercanos colaboradores como por el flagelo de sus enemigos. Enhiesto ante la adversidad, Cuauhtémoc soportó estos embates sin pedir ni dar tregua y, lo más grandioso sin rendirse, ni doblegarse. Alguien en el país tenía que dar esta lucha por la dignidad, y Cárdenas la dio con decoro republicano.
Precisamente por este rechazo suyo a la negociación en el momento en que ésta era esgrimida y utilizada como sinónimo de contubernio, de transa, de genuflexión ante el poder, se ha construido a su alrededor una leyenda de intransigencia. Sin embargo esta sería una lectura incorrecta, el reclamo y la lucha de Cuauhtémoc reivindicaban la política como instrumento de diálogo respetuoso, de forja de consensos, de espacio de encuentro y construcción, de relación entre pares; demandaba darle a la política la dimensión ética que le corresponde como actividad humana encaminada al bien común.
Ahora, nueve años después, bajo estas premisas, posibles ya en el país, los diversos partidos han podido reunirse en la Mesa de Bucareli y salir airosos en la negociación y consenso de la reciente reforma electoral, que anticipa la del Estado, sin que su honorabilidad quedara en entredicho.
Los mexicanos todavía no estamos acostumbrados a reconocer a nuestros grandes hombres sino hasta que mueren. Algunos podemos permitirnos esta libertad gracias a nuestro espíritu libertario; y también porque ejercemos la vocación de reformadores sociales sin tomarle parecer al poder, ni quitarle nada a nadie.