Asimetrías
Futuro del PRI
Por Fausto Fernández Ponte
Varios priístas prominentes han expresado en gradación variopinta su interés en ser elegidos presidente de dicho comité ejecutivo. La puja parece intensa.
Y los postores, si bien son pocos, exhiben un interés que muchos priístas de la base --la militancia-- y los ciudadanos en general consideran digno de mejores causas.
Y es que a no pocos militantes llámanle la atención los móviles de esos priístas --todos vinculados a facciones cupulares, ajenos a la base-- empeñados en presidir el PRI.
La percepción pública --de militantes y ciudadanía en general-- se nutre del convencimiento de que el PRI está a punto de desaparecer y que es ya cascarón huero.
Cierto. Un cascarón sin sustancia ni contenido, obsoleto, rebasado por la realidad y, ergo, por la historia. Para muchos mexicanos, priístas incluso, el PRI es un anacronismo.
Ese obsoletismo adviértese no sin elocuencia en la forma cómo renovará su comité ejecutivo nacional: en cónclave secreto, entre unos cuantos.
Dicho de otro estilo: la base --todavía amplia aunque en desintegración creciente-- no elegirá masivamente a sus líderes; éstos serán ungidos por una élite en la cúpula.
No se le pedirá, pues, su opinión ni su parecer a los priístas --los militantes--, sino que, con arreglo a la cultura del antaño impositivo, se simulará una elección.
Se realizará, sábese, una elección --como si ésta fuese la definición misma de democracia--, pero los electores no serán los militantes, sino los miembros de su Consejo político.
Reitérese: en un partido político que presume de poseer un padrón de unos diez millones de militantes, sólo elegirán al Comité Ejecutivo Nacional un poco más de mil consejeros.
Ello confirma la percepción pública de que el PRI ha sido siempre y es y continuará siendo un ente asaz antidemocrático y, por ello, opuesto a ultranza a la democracia.
Esa percepción, sin embargo, no es un discernimiento final o definitivo, pues ello es tarea de los historiadores y del método historicista. La historia tendrá la última palabra.
Pero, como un priísta de laya liberal --casi revolucionaria-- dijo alguna vez, en política lo que parece es. Y lo que parece es que el PRI está en coma.
Señálese que el anuncio de la renovación de los mandos del PRI no mereció despliegue en los medios de difusión, entre otras razones porque para éstos el PRI ya no es noticia.
Esa, sin embargo, no es la única razón de la indiferencia de los medios de difusión con respecto a los quehaceres priístas. Existen, obvio antojarìase, otros motivos.
Y unos de esos motivos es que mientras el PRI nutría sus arcas de la largueza gubernamental, los espacios difusores se pagan por tiempo o por línea ágata y cuadratines.
No más. Sin recursos financieros disponbles, el PRI carece de los agentes principales de cohesión en la militancia y en las cúpulas de las facciones de intereses creados.
Otros motivos de que lo que ocurre en el PRI mueve a bostezo es que ninguno de los aspirantes a presidirlo representa --ni siquiera simbólicamente-- renovación real.
Por renovación real, la militancia entiende transformación ideológica y, por ende, política, del partido, para ubicarlo en la realidad social de México, ignorada durante décadas.
¿Y cómo ubicar al PRI en ese contexto social y, por lo mismo, histórico, de México? Que le haga honor a su nombre: Que sea un partido verdaderamento revolucionario.
Ello implica situarse a la izquierda en el espectro ideológico de México y que repudie su naturaleza de simular una condición revolucionaria. Dejar de ser partido espurio.
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Glosario:
Anacronismo: Que adolece de anacronismo. Error que consiste en suponer acaecido un hecho antes o después del tiempo en que sucedió.
Huero: Vano, vacío y sin sustancia.
Insignia: Señal, distintivo o divisa honorífica.