Asimetrías
Prioridades
Por Fausto Fernández Ponte
Caso en punto es el de la defensa a ultranza del bienestar social, entendido dicho enunciado en su sentido más cabal y, por ende, amplio: la búsqueda y logro de certidumbre, hoy inexistente.
Y lo que ha hecho este nuevo gobierno es causar sobresaltos sociales, socavar las expectativas y erosionar la esperanza colectiva al acudir, como recurso estratégico, a la simulación.
Así regístrase el énfasis del Presidente Calderón a sus posturas francamente cómicas de enfundarse en un uniforme del Ejército Mexicano, con las cinco estrellas emblemáticas de comandante supremo.
La asociación entre esas acciones --la casa militar, que le quedaba grande, y la gora de mando-- y las de los aumentos en los precios de bienes y servicios básicos no escapa a la perspicacia ciudadana.
"El señor Calderón nos dice con gran despliegue mediático que él manda en las Fuerzas Armadas y que, por ello, ya sabemos lo que hará si protestamos por los aumentos", dice el caro leyente José Paredes.
El leyente Paredes, quien nos lee en Mérida, Yucatán, escribe, además, que "don Felipe parece estar convencido de que el empleo disuasivo de las Fuerzas Armadas es un golpe político genial".
Pero no lo es, coincidiríamos con el leyente yucateco. No adviértese genialidad en ese episodio militarista del Presidente, sino ridícula grotesquería. Fue un acto de simulación.
Así es. Don Felipe simuló que su prioridad principal es la de enfrentar al Crimen Organizado, representado éste en los cárteles del tráfico ilícito de estupefacientes y sustancias psicotrópicas.
Así, esas operaciones militares realizadas espectacularmente en el estado de Michoacán y Tijuana, Baja California, tuvieron un móvil político: mostrarle al país que su gobierno trabaja por la seguridad.
Pero si esa fue la intención de don Felipe, el pueblo lo registró de otro modo. Los mexicanos lo vieron como un aviso de amedrentación y de franca laya disuasoria. Garrote pa´l que se salga del huacal.
Y como muchos mexicanos habían salido ya del proverbial huacal movidos por su convencimiento de que el señor Calderón es un mandatario espurio, las operaciones militares tuvieron otro sentido.
A ese sentido añadiríase otro, preventivo: ante la espiral alcista en los precios, el gobierno calderonista previó que muchos otros mexicanos intentarían abandonar en protesta el huacal que los confina.
"Lo que don Felipe nos decía con su desplante castrense, como usted lo describe, es que no tolerará movilizaciones sociales de protesta y que reprimirá éstas con el Ejército", escribe el leyente Paredes.
Si esa fue la intención del señor Calderón, ¡qué ominoso! Nos barrunta una virulencia del autoritarismo --por definición, arbitrario y, por tanto, abusivo del poder-- y de días aciagos para todos.
El carácter aciago de lo porvenir tiene un atributo confirmatorio de que el Presidente Calderón no es un hombre proclive a privilegiar la política como herramienta axial del ejercicio del poder.
Pero si esa no fue la intención de don Felipe, ¡qué colmo tan elocuente de ineptitud política y qué rapto tan perverso de insensibilidad y sentido de los tiempos políticos! No era el momento.
Cualesquiera que hayan sido las intenciones --y los móviles-- del Presidente, el pueblo de México lo entendió también como una inversión absurda de prioridades. El pueblo quiere seguridad, sí, pero social.
Tampoco quiere el pueblo que los soldados anden armados por las calles buscando narcos porque sabe que esa no es la forma de combatir esa vertiente del Crimen organizado. También sabe que es simulación.
Y la simulación consiste en que los soldados llegaron a Michoacán y Tijuana cuando los narcos ya habían abandonado las plazas, alertados de antemano por los propios militares a su servicio y en su nómina.
Para el pueblo de México, esos son sobreentendidos de diáfana nitidez y provoca el pitorreo general, en la vía pública, que los medios de difusión de la plutocracia no pueden acallar.
Por supuesto, ese pitorreo es espontáneo, sin la autoría intelectual --o moral, a nuestro ver-- del Presidente Legítimo, Andrés Manuel López Obrador. El pueblo trasciende a sus abanderados.
El pueblo sabe --intuye, pues así es la psiquis colectiva-- que la búsqueda, logro y acrecentamiento de su bienestar es prioridad de este gobierno. La prioridad parece ser la de oprimirlo aun más.
En las entrañas populares persiste la convicción de que si el Presidente quisiere realmente buscar y lograr el bienestar del pueblo, tiene a su disposición una herramienta efectiva: el poder del Estado.
Glosario:
Aciago: Infausto, infeliz, desgraciado, de mal agüero.
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